lunes, 25 de mayo de 2009

Entretelones de la ida de Ischia

Tras la eliminación copera y en la previa del choque ante Vélez, Carlos Ischia había asegurado públicamente que no renunciaría a su cargo de director técnico de Boca. Sin embargo, tras la derrota ante los del Fortín Jorge Amor Ameal, presidente del club, anunció que el entrenador dirigirá hasta el final del Clausura y luego renuncia. En realidad se trató de un despido cuya negociación implicó la continuidad hasta el final del torneo y el pago íntegro de un contrato que finaliza en diciembre. Ahora, en la Ribera estarían abocados a encontrar un entrenador de transición para que luego Carlos Bianchi, manager de la institución, vuelva al ruedo como DT. De este modo se cumplirá con la cláusula que el Virrey había exigido en su contrato y que establece que no puede ser el sucesor de quien fuera su ayudante de campo durante 8 años.

El camino de Ischia en Boca tuvo su punto de partida a fines de 2007, cuando la dirigencia encabezada por Pedro Pompillo había decidido no renovarle el contrato a Miguel Ángel Russo, pese a que pocos meses antes se había convertido en el tercer técnico en la historia del club (junto con Juan Carlos Lorenzo y Bianchi) en ganar la Copa Libertadores -aquella vez con una trascendental prestación de Juan Román Riquelme-. Con un curriculum discreto, cuyo último y reciente antecedente era una precipitada renuncia en Rosario Central dejándolo en la última posición de la tabla, Ischia logró despejar las dudas iniciales a partir de los buenos rendimientos del equipo en su primer semestre como cabeza de grupo. El protagonismo en la Copa Libertadores en la cual avanzó hasta las semifinales y quedó eliminado -sin merecerlo- ante Fluminense, la obtención de la Recopa Sudamericana ante Arsenal y la conquista del Apertura en la segunda mitad de 2008 luego de imponerse en el triangular de desempate con Tigre y San Lorenzo le dieron sus credenciales.

Pero en el trayecto a la conquista de aquel título local un hecho marcó el punto de inflexión que comenzó resquebrajar la autoridad de Ischia entre un grupo de jugadores con fuertes diferencias. La pirotecnia verbal entre Julio César Cáceres y Riquelme desnudó la fractura que existente en el plantel. Se conoció entonces el enfrentamiento que se mantiene hasta hoy, en el cual la mayoría de los jugadores, encolumnados detrás de Martín Palermo, se hartó de las actitudes del número 10. Las licencias de las que siempre gozó JR esta vez se hicieron inaguantables para casi todos sus compañeros. La obtención del campeonato corrió del primer plano la interna, pero era tapar el sol con las manos.

El comienzo de este año fue con un nuevo sismo en el seno del grupo, pero esta vez con Ischia en el centro de la escena y con un muy mal manejo de la situación. Protagonizó un enfrentamiento con Mauricio Caranta, por entonces titular del arco de Boca, que incluyó varias declaraciones cruzadas y una situación escandalosa cuando el arquero fue por sus propios medios a la pretemporada en Tandil y se le prohibió el ingreso al hotel donde se concentraba el equipo. El técnico prestó su colaboración a la usina de especulaciones periodísticas al no aclarar jamás los motivos de la exclusión del cordobés.

En medio de Carantagate se dio el regreso de Bianchi al club. Aunque esta vez llegaba para desempeñarse como manager, su presencia significaba una presión extra, cuando no el vencimiento de un plazo fijo, para el entrenador de turno. Vale señalar que la aparición del Virrey implicó una contradicción en sí misma ya que llegó a cambio de una cifra millonaria con la excusa de reducir el déficit del club (que en el último Balance reflejó un pasivo de más de 100 millones de pesos) a partir de la reducción de contratos de futbolistas, ventas, elección de los lugares de concentración y una serie de cuestiones que antes resolvían un grupo de dirigentes.

Sin Copa y con un pésimo andar en el Clausura, a tres puntos de la última colocación con sólo cuatro partidos por delante, las malas actuaciones del equipo se explican en buena parte por la influencia en la cancha de los desencuentros irreconciliables fuera de ella. Los privilegios de los que disfruta Riquelme, siendo por mucho el jugador mejor pago del plantel, evidencian su nulo compañerismo y la misma falta de compromiso con el grupo que en su momento ya había señalado Manuel Pellegrini como causa central de su salida del Villarreal.

La culpa de que Riquelme no se entrene como es debido y que decida cuándo jugar no se le puede endilgar sólo Ischia, sino que no puede dejar de responsabilizarse del mismo modo al manager y la Comisión Directiva. También tiene su responsabilidad el público que cada domingo llena la Bombonera y expresa su acuerdo con el libre albedrío para el ídolo.

Boca atraviesa un mal momento, pero fue campeón hace apenas 5 meses. El periodismo y los hinchas se retroalimentan para generar la artificiosa imposición de que cada año tiene que haber una vuelta olímpica teñida de azul y oro. Seguramente sea más grave la ruptura interna del plantel que el semestre sin títulos y con malas actuaciones, pero a esas cosas solamente se les presta atención en la derrota. Solucionar el enfrentamiento entre Riquelme y el resto, justificar el millonario contrato que se le paga a Bianchi y encontrar un técnico de paso como antesala del retorno al trabajo de campo del técnico devenido en manager son las premisas de la actualidad xeneixe.
(Foto: Losandes.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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