jueves, 5 de junio de 2008

Aun eliminado, Boca es la chapa argentina

En una de las tantas cálidas noches cariocas, Boca vio desvanecerse, en el mítico Maracaná, su ambición de acceder a una nueva final de la Copa Libertadores, la que hubiera sido la sexta en 9 años. Aunque en muchos casos el merecimiento es algo que se desdeña en el mundo del fútbol, el equipo de la Ribera fue, a lo largo de la serie semifinal, claramente más que su rival, Fluminense. El 2 a 2 de la ida fue tan mentiroso como el 3 a 1 de la vuelta. La fortuna y la puntera no estuvieron, en esta ocasión, del lado xeneixe.

En Río de Janeiro, los de Carlos Ischia se plantaron con la misma autoridad, solvencia y buen juego que le posibilitaron los regresos con clasificación de Bello Horizonte, tras derrotar a Cruzeiro 2 a 1 en octavos de final, y de Guadalajara, luego de apabullar al Atlas 3 a 0 en cuartos. Así, los más de 90.000 torcedores que pusieron un estruendoso marco no amedrentaron a un conjunto que sabía perfectamente qué era lo que quería y cómo debía hacerlo. Pero el fútbol, y tal vez eso sea lo que lo hace tan apasionante, permite que el que mejor hace las cosas no sea siempre el que se quede con el premio final.

Buscar explicaciones a la eliminación de Boca no es sencillo, por la superioridad que mostró, pero bien pueden señalarse la sanción que lo obligó a dejar su estadio, los yerros en la definición en Brasil y la ausencia de su arquero titular: Migliore sufrió un gol-blooper en el primer partido y en el segundo no tuvo reacción en el empate del Flu, el tiro libre de Washington. La supuesta diferencia entre miembros del plantel no pareció influir, ya que se vio a todos los jugadores solidarios entre si y sin escatimar esfuerzos. En relación a ese malestar que tendría a Juan Román Riquelme como centro, llamó la atención que en la arenga del entretiempo el Nº 10 se mantenga al margen, preocupado por sus botines, y que al finalizar el partido se haya ido rápidamente, sin juntarse en el centro de la cancha con sus compañeros para saludar a los hinchas que viajaron hasta Río de Janeiro.

La Copa Libertadores tuvo presencia argentina en 17 finales consecutivas. Fue entre 1963 y 1979, cuando, con diverso desenlace, estuvieron en la definición del más prestigioso certamen sudamericano Independiente (6 veces), Boca (4), Estudiantes (4), River (2) y Racing (1). Sin embrago, en la última década, la representación nacional en la definición de la Libertadores se volvió patrimonio exclusivo de Boca, convirtiéndose así en la chapa argentina en dicha competición. Se trata de un conjunto que marcó una era con victorias épicas, haciendo pata ancha en los escenarios más complicados y ante las circunstancias más adversas.

Por caso, River, el otro gigante de la Argentina y rival histórico de Boca, en los últimos 10 años solamente pudo alcanzar las semifinales, en dos ocasiones. En 2004, con un Monumental exclusivo para hinchas locales, cayó precisamente ante Boca; mientras que un año más tarde fue ampliamente superado por San Pablo, que lo venció en Núñez y en Brasil. Acostumbrado a justificar lo injustificable, su presidente, José María Aguilar, aseguró recientemente que el campeonato local es más importante que la Libertadores, cuando es sabido que la obsesión de los hinchas millonarios pasa por la consagración en el plano internacional.

Aunque con injusticia desde los merecimientos, esta vez Boca vio fustrado su sueño de una nueva consagración copera. En esta edición, por virtudes propias y categoría de los rivales, jugó incluso mejor que en 2007, cuando alzó el trofeo. Expuso, nuevamente, el temperamento que lo colocó en un lugar privilegiado de la historia futbolística. Por una cuestión cronológica, esa dinastía iniciada en 1998 transita sus últimos pasos con Riquelme, Palermo, Ibarra y Battaglia, miembros de la armada original. Aunque esta vez sin la gloria de un título, Boca mostró las credenciales que le han otorgado un lugar en la posteridad de los memoriosos del fútbol.
(Foto: Lanacion.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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