jueves, 6 de julio de 2006

Cuatro mundiales

Argentina 1978, España 1982, México 1986 e Italia 1990 fueron los cuatro mundiales que instalaron definitivamente a la selección argentina en la elite del Planeta Fútbol. En esas cuatro Copas del Mundo el conjunto albiceleste disputó tres finales y ganó dos campeonatos; en la restante, la cita ibérica, presentó un equipo de lujo que no dio lo que se esperaba, pero sirvió para presentar a los ojos del mundo (por lo menos a quienes todavía no habían dado cuenta de él) a Diego Armando Maradona.

Tras aquel período de esplendor, por diversos motivos y en distintas circunstancias, en los cuatro mundiales siguientes Argentina no logró pasar de los cuartos de final. Futbolísticamente se perdió peso, chapa. Junto con Brasil, Alemania e Italia, Argentina integra el póquer de los grandes a nivel selección y por eso volver antes de la semifinales es para la patria futbolera una decepción.

Argentina hace 16 años que no gana un partido de eliminación directa en los 90 minutos. La última vez fue en Turín, el 24 de junio de 1990, cuando, tras una extraordinaria jugada de Maradona, Claudio Paul Caniggia hizo revolcar a Taffarel para conseguir el gol que clasificó al equipo que dirigía Bilardo a los cuartos de final y decretó la eliminación del Scratch. En el próximo Mundial, Sudáfrica 2010, la cuenta llegará a dos décadas sin ganar un partido a ganar o volver.

Hubo en estos años dos períodos entre Mundiales en los cuales la selección acumuló los méritos necesarios en cuanto al juego, los resultados y la calidad individual de sus futbolistas para llegar en ambos casos como uno de los principales candidato al título mundial. Se trató de los ciclos de Alfio Basile y Marcelo Bielsa, pero como las cosas no salieron de acuerdo a lo esperado ni en Estados Unidos ni en Japón-Corea gran parte de la prensa y del público pidió en ambos casos la cabeza del técnico y varios jugadores. Así, luego de Basile, flexible en cuanto a las libertades para los futbolistas, llegó Passarella como tótem de la disciplina y con él una catarata de nuevos nombres para la albiceleste (apoyado, es cierto, en una necesidad de recambio generacional). Bielsa continuó en su cargo tras el fracaso en Asia, pero cuando renunció en 2004, se recurrió a Pekerman, entrenador de harto menor rigor táctico que el rosarino.

En este mundial la gente salió a festejar después cada partido. Pese a la eliminación en cuartos de final a manos de Alemania, el obelisco porteño fue epicentro de los cantos de aliento por la actuación argentina. Si esto tiene una connotación sociológica positiva, a partir de no dramatizar una derrota deportiva, bienvenido sea. Pero en lo estrictamente futbolístico no es buen síntoma esa celebración, implica aceptar un rol en un elenco amplio cuando se cuenta con las características y los argumentos suficientes para cumplir con un papel protagónico.
(Foto: Fifaworldcup.yahoo.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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