lunes, 5 de enero de 2009

Ni largos ni cortos, a medida

En sus últimas declaraciones de 2008, Julio Humberto Grondona, próximo a cumplir 30 años como presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, deslizó que a medidos de este año, tras la finalización del torneo Clausura, la nueva temporada podría traer la novedad de disputarse con un campeonato largo, de 38 fechas. Incuestionable desde lo deportivo, esta iniciativa esconde detrás intereses a los que el titular de la AFA jamás desoye.

Desde que se instalaron los certámenes cortos en 1991, la defensa hecha desde la dirigencia afista fue que los torneos Apertura y Clausura posibilitaban a los clubes más modestos luchar por un título; y hasta obtenerlo. Pero esta afirmación carecía de sentido de acuerdo a lo ocurrido en la década precedente, la de 1980, que había sido la más prolífica para estos equipos a partir de los campeonatos de Ferro (Nacionales 82 y 84), Argentinos (Metropolitano 84 y Nacional 85), Estudiantes (Metropolitano 82 y Nacional 83), Rosario Central (Nacional 80 y temporada 86/87) y Newell´s (temporadas 87/88 y 90/91). En esos 10 años, River y Boca sumaron entre ambos cinco vueltas olímpicas, cuatro millonarias (Metropolitano 80, Nacional 81 y temporadas 85/86 y 89/90) y una xeneixe (Metropolitano 1981), pero en el lapso 1991-2001, con un formato que la prédica de Viamonte 1366 aseguraba era un beneficio para los más modestos, en Núñez y la Ribera se festejaron 12 títulos.

Debieron pasar 16 años, es decir más de 30 torneos con sus respectivos campeones, para que tras una competencia de 19 fechas se agregue un nuevo nombre al cuadro de honor del fútbol argentino: Lanús, al quedarse con el Apertura 2007. Un año antes, Estudiantes –tras una sequía de 22 años- había llegado a lo más alto y en 2008 Tigre estuvo muy cerca de dar el golpe ante Boca, finalmente el campeón.

Estos tres sucesos en apenas dos años de seguro encendieron una luz de alerta en los escritorios de los dueños del multimillonario negocio del fútbol. Grondona deslizó entonces la posibilidad de que se retomen los campeonatos de largo aliento, colocando ahora como principal explicación que dicho formato posibilitará establecer proyectos duraderos y evitará los constantes cambios de técnicos. Cierto es que el puesto de entrenador se convirtió en un fusible de escasa resistencia y que el largo plazo no existe, pero Grondona omitió decir que nada hizo para que esto cambie y evidentemente escondió que en el cambio que impulsa no prima lo deportivo, sino fuertes intereses.

Los torneos tradicionales, largos, de dos ruedas, en las que cada equipo se enfrenta -una vez de local y otra de visitante- con todos los conjuntos con los que comparte la categoría son la medida deportiva más justa. Ahora bien, para que estos campeonatos tengan sentido para cada uno de los competidores deberán cambiarse el modo de clasificación a las copas internacionales y de descenso y promoción. Junto con el campeón, los tres clubes que se coloquen por detrás de la primera colocación deberían clasificar a la Libertadores y el quinto al repechaje de esa competición, en tanto que para la Sudamericana lo hagan quienes que finalicen entre la sexta y la undécima posición. Esto implicaría una reestructuración también en la Confederación Sudamericana de Fútbol, para que sus torneos sean anuales y dejen de lado la concepción únicamente comercial que implica tener a los grandes de América en ambas competiciones. Otro punto central es la eliminación de los promedios, reaseguro para los equipos de mayor convocatoria, de modo tal que los dos últimos conjuntos de la tabla de posiciones desciendan de forma directa y los dos que se ubiquen inmediatamente por encima de estos disputen la promoción. Este formato tendría a todos los equipos peleando por algo hasta el final.

A comienzos de los noventa, tras una década en la que los cinco tradicionales grandes acumularon siete títulos (River cuatro, Independiente dos, Boca uno y sequía absoluta para Racing y San Lorenzo, que incluso jugaron en la B) contra los diez que sumaron el quinteto compuesto por Ferro, Estudiantes, Argentinos, Central y Newell´s, se establecieron los campeonatos de una ronda. Se arguyó que era en virtud de posibilitar la gloria a los clubes más modestos, pero se trataba, a la vista de los resultados, de un salvavidas para los poderosos jaqueados. Era el inicio de la etapa más vergonzosa del negocio del fútbol. A veces largos y otras cortos, los torneos argentinos sin duda se hacen a la medida de los intereses.
(Foto: Blogs.chron.com)

Patricio Insuapatinsua@gmail.com

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