viernes, 23 de junio de 2006

El gran checo

En sus seis años como entrenador de la selección argentina, Marcelo Bielsa no se cansó de ponderar el espíritu amateur de sus dirigidos, pese a ser en su mayoría futbolistas consagrados y económicamente hechos. La muestra de que una abultada cuenta bancaria muchas veces no alcanza para mitigar el dolor que se produce en el orgullo de un deportista ante una derrota la dio hoy el extraordinario Pavel Nedved.

Pese al gran partido que jugó en su debut mundialista cuando se impuso en Gelsenkirchen 3 a 0 ante Estados Unidos por la primera fecha del Grupo E, el prometedor seleccionado de la República Checa no pudo pasar la primera fase de la Copa del Mundo Alemania 2006. Tras los tres puntos obtenidos ante los norteamericanos, llegó la derrota ante Ghana y finalmente la caída ante Italia. Justamente ante el combinado dirigido por Lippi, el checo Pavel Nedved ofreció una conmovedora muestra de entrega y amor propio. En un seleccionado deslucido y apático, el hombre de la Juventus entregó hasta la última gota de sudor para que no se ponga fin a su estadía mundialista. Emocionaba verlo correr y luchar cada pelota contra el durísimo cerrojo defensivo de la Azzurra, que le hizo sentir todo su rigor. Pese a la soledad a la que lo condenaron sus compañeros nunca dejó de insistir en sus intentos. Fue en el mismo instante en que Archundia, el árbitro mexicano del encuentro, decretó el final del partido y la victoria de Italia por 2 a 0 que Nedved cayó de rodillas sobre el césped teutón y con la palma de sus manos contra su rostro intentó ocultar las lágrimas que evidenciaban su dolor.

Considerado desde hace varias temporadas como uno de los mejores jugadores del planeta, actor principal de jugosísimos contratos, en gran checo mostró que aún mantiene vivo ese fuego sagrado y ese hambre de gloria que muchas estrellas futbolísticas suelen dejar en el olvido.
(Foto: As.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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