lunes, 24 de abril de 2006

Sociedad violenta, futbol extra violento

Los distintos desatinos políticos de la historia argentina reciente se hicieron carne en la sociedad a partir de la modificación de los patrones socio-económicos que la rigen. Así, modificada la realidad cotidiana de las personas, con un país partido entre los que lo pueden casi todo y los que no pueden casi nada, la violencia no tiene modo rechazar la invitación que se le hace.

La sociedad violenta encontró su lugar de catarsis en la cancha de fútbol. La intolerancia y el desprecio por las buenas costumbres se evidencian en cada circunstancia del día a día, pero en la cancha parece condensarse la ira acumulada y liberarse de la peor manera. Las tribunas se han convertido en refugio de barrabravas, respecto de los cuales no hace falta hacer un gran esfuerzo intelectual para imaginar como financian sus vicios, gustos y viajes. Las plateas, por su parte, son el selecto lugar de quienes se han acostumbrado a comprar o atropellar todo con la opulencia propia de los que habitan el sector beneficiado de la Argentina partida.

En la violencia en el fútbol hay varios responsables principales: los políticos, que tienen a los bándalos entre su tropa, los dirigentes, que miran para otro lado en el mejor de los casos, y los violentos propiamente dichos, los que golpean, apedrean, acuchillan y tirotean. Pero por detrás de estos hay también otros, que si no son señalados como culpables, bien pueden ser marcados como responsables. Están aquellos que se jactan de ser buenos ciudadanos que trabajan y cumplen con sus obligaciones tributarias, pero tienen a los insultos y los escupitajos por elementos válidos del ámbito futbolero. Apañan además a los violentos, cantando las barbaridades que proponen, vivando su ingreso a la tribuna y obsequiándoles el mejor lugar para mirar un partido. Están los futbolistas, que tienen como referencias de sus festejos, sus saludos y su obsequio de camisetas al sector donde se ubican los violentos. Están los árbitros, cuyos errores suelen beneficiar a los equipos más poderos. Están los técnicos, que justifican falencias propias señalando las miserias ajenas.

En una sociedad violenta, los estadios de fútbol se convirtieron en el escenario de los peores comportamientos. Como difícil es combatir a los que encuentran rédito en la violencia, será tarea de aquellos que quieren un país mejor, y que muchas veces reconocen sus malas conductas arrastrados por la violenta vorágine diaria, frenar sus peores instintos en la cancha y entender que así como la violencia es contagiosa, el respeto por el prójimo y por las buenas costumbres también pueden serlo.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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