
No son pocas las veces que desde distintos medios se ubica al fútbol europeo, sobre todo el de las ligas más poderosas (España, Italia, Inglaterra, Alemania, Francia, Holanda), por sobre el fútbol doméstico argentino. Y lo mismo ocurre cuando la comparación se hace entre los certámenes internacionales entre conjuntos europeos y los que enfrentan a los equipos sudamericanos. Pero, ¿futbolísticamente hay tanta diferencia entre los equipos de allá y los de acá en lo que remite estrictamente a lo que se ve dentro del terreno de juego?
El certamen por equipos que goza de mayor prestigio es la Champions League. Una de las semifinales de este torneo enfrentó, en Londres, al Arsenal inglés (en realidad poco tiene de inglés, ya que ni sus once titulares, ni su técnico nacieron en la isla británica) y el Villarreal español (aunque más sudamericano que ibérico). El partido fue por demás friccionado, con predominio de faltas sistemáticas para cortar el juego, pelota más por el aire que por el piso, protestas y un sin fin de laterales. Futbolísticamente no hay manera de afirmar que esto es mejor a lo que puede verse en una cancha del fútbol argentino. Pero este espectáculo de la pelota tiene otro aditamento innegable: el marco. Ahí sí la ventaja europea es sideral. Modernos estadios, ausencia de alambrados y fosos, público sentado, impecable indumentaria de los protagonistas son sólo algunos de los elementos que decoran las canchas del Viejo Continente.
Si la discusión se plantea en el plano del juego el debate está abierto. Si la cuestión gira entorno del espectáculo con su contexto de moños y pompas, el fútbol sudamericano pierde por goleada.
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