martes, 29 de mayo de 2012

El último concierto

El Vicente Calderón, como escenario, y el Athletic de Bilbao, reducido a un mero partener, fueron testigos de la última función de la sinfónica futbolística dirigida por Joshep Guardiola. La final de la Copa de Rey se trató de un asunto de apenas 24 minutos; ese fue el tiempo que el Barcelona necesitó para ponerse 3-0 y mutilar las ilusiones del conjunto vasco dirigido por Marcelo Bielsa. Una vez más, el elenco blaugrana liquidó a su oponente con una deliciosa combinación de toques, rotación, verticalidad, presión y goles.

Nunca el juego ha sido tan bello y eficaz como el que produjo el Barça en las cuatro temporadas bajo la dirección técnica de Guardiola, quien sólo había tenido una experiencia como entrenador, en el filial del club. Técnica y táctica, talento y músculo, libertades y orden, control y verticalidad, rotación y presión, desprendimientos y relevos, toque y marca. Conjugó conceptos en lugar de oponerlos. Con esa amplitud forjó el mejor equipo de la historia.

Lanzarse a la dirección técnica no fue una aventura para Guardiola, fue un proceso meditado, de estudio y preparación. Se reunió con distintos técnicos, entre ellos, los argentinos Bielsa, César Luis Menotti y Ricardo La Volpe. La escuela barcelonista con su impronta holandesa y, en el mismo sentido, haber estado bajo las órdenes de Johan Cruyff fueron los elementos esenciales del bagaje de Guardiola.

Contó con la mejor sociedad futbolística que se haya visto, la que componen Lionel Messi, Xavi y Andrés Iniesta. No le faltaron otros cracks y jugadores por encima de la media, pero jamás descansó en el talento individual. Multiplicó el trabajo y elevó el nivel de exigencia de lso mejores. Voraz, nunca dejó de ir más. Continuamente propuso variantes para esquivar la previsibilidad; probó con defensas de tres y cuatro hombres, con un centrodelantero de talla y sin referencia de punta. La nutrida distribución de mediocampistas con alta capacidad técnica y la obsesión por la tenencia de la pelota fueron los cimientos inamovibles.

Es coherente y valiosa la determinación del Barcelona de elevar a Tito Vilanova de ayudante de campo a técnico principal. Sin embargo, la continuidad será sólo parcial; considerar que no se trata de un ciclo terminado sería subestimar a Pep Guardiola, ese enorme técnico que el fútbol ya extraña.
(Foto: Marca.es)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

No hay comentarios: