miércoles, 9 de enero de 2008

El ocaso del periodismo de fútbol

En las postrimerías de la primera década del siglo XXI se impone una realidad massmediática: vivimos, independientemente de nuestra voluntad, inmersos en una sociedad mediatizada. De este modo, lo que no aparece en los medios simplemente no es, no tiene entidad por no estar contemplado en la única realidad existente, que es la que imponen los medios. En una paráfrasis del pensamiento del filósofo francés René Descartes, el semiólogo italiano Umberto Eco dijo “salgo en los medios, luego existo”.

En este contexto, el fútbol se ha convertido en una de las mercancías más apetecidas por las empresas periodísticas. En 1985 comenzó a tomar forma en Argentina el monopolio mediático que, en un estrechísimo vínculo con la AFA, se adueñó del fútbol. La creación de este emporio le dio mucho más lugar al deporte en la agenda mediática y multiplicó las posiciones laborales para los trabajadores de prensa. Sin embrago, las consecuencias para el periodismo deportivo fueron –y lo son hoy más que nunca- demoledoras.

Los periodistas contratados por este poderosísimo multimedio, muchos de ellos hombres de sobrada capacidad y trayectoria, comenzaron a dedicar sus principales esfuerzos a justificar, o al menos encubrir, los peores negocios del fútbol: los derechos televisivos otorgados sin licitación (por muchos años y a un precio por demás bajo), las maniobras de los mercaderes de futbolistas, las andanzas de los dirigentes y tantas otras tropelías. Por detrás de los más capacitados se reclutó a un gran número de jóvenes de una limitada capacidad de expresión, una muy carente capacidad de análisis y una nula crítica a todo lo que rozase hasta de lejos al poder del fútbol. Todos, los nuevos y los viejos, banalizaron la noticia deportiva para el avance del show, en el cual la forma, la comicidad, la verborragia y el color -como distintas maneras de ocultar los males de fondo- le ganaron por goleada al contenido y a la esencia periodística de destapar las ollas en las que se cocina la peor basura para luego alimentar a las audiencias indefensas. Dicen que para muestra vale un botón: las suculentas conferencias de prensa de Marcelo Bielsa en sus tiempos como entrenador de la selección nacional dejaron en evidencia la falta de formación, la escasa intelectualidad y la defensa del negocio no sólo de la mayoría de quienes asistían a dichas ruedas de prensa, sino de los que señalaban acusadores desde diarios, radios o canales de televisión por cable.

Se generó el anticuerpo a ese establishment, pero de ningún modo ha llegado a implicar un contrapeso. No hay equivalencias. Muchos desde la ética y moral que hoy, desgraciadamente, es un rara avis en el periodismo y otros tantos desde la miseria de disparar contra la poderosa maquinaria sólo por la bronca de no formar parte de ella alzan su voz hasta la afonía contra los continuos atropellos. Clubes destrozados los obligaron a hablar de economía y jurisprudencia, la violencia en las cancha de operativos policiales y el binomio AFA-TyC de entuertos políticos y avances monopólicos. La denuncia pública les costó a algunos ser corridos de un plumazo y generó un enfrentamiento, a veces con tiros por elevación y otras con ataques directos, entre los que defienden el negocio y los que, en notoria inferioridad, luchan contra ese orden establecido.

Riquísimo en historia, complejo desde la agudeza estratégica en la que evolucionó todo el deporte de alto rendimiento, muy poco lugar queda para el análisis del juego, para encontrar respuestas en las tácticas colectivas o los arrestos individuales de la suerte de un equipo, del planteo de un partido, de las variantes en un mismo encuentro y de todo lo que se desprende de un deporte que por tan atractivo se convirtió en el más popular del globo.

En otros tiempos, el periodismo deportivo abocado al fútbol fue escuela de grandes hombres de prensa, como Néstor Ibarra y Nelson Castro. Se trataba, otrora, de periodistas preparados que se especializaban en narrar competencias y proponían sesudos análisis previos y posteriores. Dante Panzeri, Borocotó, Enzo Ardigó, Fioravanti, Osvaldo Ardizzone, Bernardino Veiga y Juan José Lujambio fueron algunos de los maestros que predicaron desde la palabra y la conducta. Hoy el periodismo de fútbol muy lejos quedó del valioso legado que se dejó desde el éter y las Remington de antaño. Aquellos sabios de micrófonos y redacciones en blanco y negro dejaron para la posteridad una impronta que, se ve, hoy pasó a cuarteles de invierno para guardarse allí en los baúles del olvido. Los tiempos cambian, y al parecer los principios también.
(Foto: Todopararecordar.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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