martes, 26 de junio de 2012

River concluyó el suplicio del peor año de su historia

El dolor lo acompañó, punzante, a cada paso de su tortuoso camino y la angustia, persistente, se mantuvo contenida. La sublimación de ambos pesares quedó expuesta en las lágrimas de Matías Jesús Almeyda una vez consuma la obra que se le había encomendado: la de devolver a River a la primera división. Sí, un objetivo que hubiese resultado inverosímil años atrás. Después de haber sufrido el descenso y transitar por la B nacional con mayores dificultades que las que podían esperarse, el equipo más veces campeón del fútbol argentino regresó a su ámbito de pertenencia.

El partido de la consagración, ante Almirante Brown -en un Monumental que recibió la patética sanción de la inhabilitación de una tribuna tras un asesinato- mostró a un conjunto tan fuera de línea como a lo largo de casi todo el torneo. River siempre fue más sus individualidades que un equipo. Nunca dejó de intentarlo y los constantes movimientos en la formación inicial fueron la muestra, pero Almeyda, en su primera experiencia como DT, no logró ensamblar un elenco de dinámica colectiva.

El peso psicológico y surrealista de medirse en el ascenso le pesó muchísimo, a tal punto que River se olvidó de que era River y magnificó un torneo con las complejidades lógicas de una competencia prologada y geográficamente extenuante. Era un certamen de segunda división, para un plantel de lujo y un estadio con 50.000 hinchas en cada partido.  Todos los rivales se le pararon delante como si se tratase de una final, sin dudas; nada nuevo bajo el sol, así ha sido siempre a lo largo de su riquísima historia.

En el receso del meridiano del torneo, River incorporó a Leonardo Ponzio y David Trezeguet. Ninguno de los dos parecía necesario en posiciones bien cubiertas, y en el caso del francés pesaba la prejuiciosa idea de recurrir a un jugador con las piernas ya agotadas. Pero los dos se erigieron en elementos importantes para el ascenso, el ex Newell´s desde su polifuncionalidad, entrega y sabiduría táctica, y el galo constituyéndose con sus goles, jerarquía e inteligencia en el elemento más determinante del equipo. Si en su llegada se creía que Trezeguet necesitaba a River sólo para decorar una carrera superlativa con el gusto de jugar con la camiseta de sus amores, fue River quien necesito de Trezeguet para regresar a Primera.

Se acabó el largo y doloroso peregrinaje de River; llegó al lugar del que jamás pensó que se iría. No deberá olvidarse de José María Aguilar y Mario Israel, quienes destrozaron uno de los nombres medulares y más pesados de la historia del fútbol nacional. Tras la resurrección, será tiempo de la reconstrucción.
(Foto: Telam.com.ar)

Patricio Insua patinsua@gmail.com  

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