martes, 29 de noviembre de 2011

La revancha de Falcioni

Hay que voltear apenas la vista, al semestre pasado, para apreciar con qué vértigo y contundencia cambiaron las cosas. O, mejor dicho, las hizo cambiar. Julio César Falcioni desembarcó en Boca a comienzos de este año y el Clausura 2011 fue un difícil trance para el entrenador que llegaba de ser campeón con Banfield. Convocado a la institución de la Ribera por lo conseguido en el sur, no logró que su equipo se emparentase ni lejanamente con aquel colectivo granítico, compacto, inteligente, veloz y punzante. Hubo, en cambio, un elenco endeble, desconectado, con fisuras defensivas y carencias de ataque.

Así fue como inició cuestionado este torneo en el que será campeón con holgura. Luego del empate sin goles con Olimpo en el debut crecieron los rumores sobre el prematuro final del ciclo si el estreno en Brandsen 805, ante Unión, no era con victoria. El contundente 4-0 ante los santafesinos archivó la cuestión, pero el DT expuso la herida cuando tras el encuentro monologó apenas 30 segundos con la prensa antes de dar media vuelta para meterse nuevamente en el vestuario.

Todo lo que no había podido plasmar en el Clausura lo consiguió con claridad en el Apertura. Las contrataciones de Agustín Orión y Rolando Schiavi cimentaron una defensa que se revitalizó para hacerse muy difícil de vulnerar. En 16 fechas apenas recibió cuatro goles; dos de tiro libre (Gabriel Méndez, de San Lorenzo, y Nicolás Castro, de Atlético de Rafaela), uno en contra (Juan Insaurralde, ante Lanús) y otro con un furioso disparo desde afuera del área de Ariel Rojas en la pasada victoria ante Godoy Cruz.

En la mitad de la cancha, Leandro Somoza volvió a ser el de Vélez, con rigor en la marca, atención en los relevos y buena administración de pelota. Sobre la izquierda, Walter Erviti se rehízo a un posición que no ocupaba desde hacía muchos años y se transformó en una pieza muy importante, tanto como Diego Rivero del otro costado, aunque limitado en sus presencias por distintas lesiones.

Pero Falcioni logró un funcionamiento grupal más allá de los nombres, incluso más allá del de Juan Román Riquelme, con todas las implicancias que tiene para el mundo auriazul. Si el equipo tuvo un salto de calidad cada vez que el ídolo jugó, cuando los problemas físicos lo marginaron la estructura no se resintió y Cristian Chávez demostró su jerarquía. Lo mismo ocurrió en el centro del ataque, donde el equipo no perdió gol pese a las alternancias de Lucas Viatri, Nicolás Blandi y Darío Cvitanich.

Reponerse a la adversidad, algo que siempre tiene un enorme valor, ha sido uno de los mayores méritos del técnico. Cambió un equipo endeble por uno que juega bien; porque se defiende bien y ataca bien. Además, lleva 26 partidos invicto, lo que establece la quinta mejor racha en la historia del profesionalismo. Alcanzará su segundo título como técnico y se habrá quedado con dos de los últimos cinco campeonatos con dos equipos distintos. No es poco. Es la revancha de Julio César Falcioni, un gran entrenador.
(Foto: Telam.com.ar)


Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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