
El ideal del fútbol es ser punzante en ataque y sólido en defensa. Desplegarse en campo adversario y compactarse en el propio. El engreído portugués José Mourinho pensó la llave semifinal ante el Barcelona como un único partido, cuya primera mitad se jugaba en Milán y la segunda en la Ciudad Condal. Supo en el cotejo de ida que tenía que atacar para establecer una diferencia favorable y entendió que lo que necesitaba en el vuelta para estar el 22 de mayo en el Santiago Bernabeu era defender la ventaja conseguida una semana antes.
Pensar un partido en virtud de un ataque constante implica correr riesgos. Defenderse cerca del propio arco, como lo hizo Inter en Catalunya, también. En los 90 minutos disputados en el Camp Nou, el conjunto dirigido por Josep Guardiola procuró atacar continuamente pero no logró imponer condiciones, mientras que el elenco milanés sólo aspiró a defender su arco y lo consiguió, pese al gol de Piqué a poco del final. Y lo hizo sin caminar jamás por la cornisa del reglamento, como aseguraron varios medios de la prensa española: no hizo tiempo, ni recurrió al juego brusco y por eso Barcelona no logró siquiera entrar con tiros libres. Fue el que jugó mejor a lo largo de los 180 minutos; primero al manejar la pelota (tuvo una posesión de casi el 70 por ciento en el Gusseppe Meazza) y hacer el daño que quedó reflejado en el 3 a 1 y segundo al abroquelarse casi sin fisuras para mantener esa ventaja. Siempre logró hacer su juego, ejecutar el plan que había pergeñado.
Si un equipo ataca bien y se defiende mal y otro ataca mal pero se defiende bien, se estará frente a dos conjuntos con una faceta del juego satisfactoria y otra deficitaria. Sin embargo, las mayores críticas recaerán sobre el que tenga limitaciones ofensivas. Mientras que un ataque virtuoso siempre es destacado favorablemente, defenderse con férrea solidez recoge marcadamente menos reconocimientos.
Quedarse con el último paso del largo camino que recorrió el Inter para llegar a la final de la Champions es hacer un recorte parcial para distorsionar y desmerecer los méritos de un equipo que con pragmatismo optó por aplicar distintas estrategias de acuerdo a las circunstancias. Si está en los umbrales del penta campeonato en Italia y accedió a la definición del torneo de clubes más importante del mundo es porque fueron muchos más los partidos que salió decididamente a ganar que los que se preocupó exclusivamente por no perder.
No existe un único modo ni un gusto uniforme. El concepto de antifútbol es una malicia que debe ser desterrada. Debe aceptarse el derecho de ver defectos donde otro vislumbra virtudes y viceversa. Lo que no tiene razón de ser es la descalificación, que desmorona cualquier posibilidad de debate y hace que las discusiones sobre los estilos futbolísticos no salgan de las chicanas para avanzar hacia intercambios superadores.
(Foto: Elmundo.es)
Patricio Insua
mailto:papatinsua@gmail.com
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