
Pese a que en los últimos cuatro años estuvo alejado del fútbol profesional - período en el cual no se entrenó y sólo despuntó el vicio en un fugaz paso por el ascenso en Fénix y en el Showbol (fútbol de salón) y el Super 8 (torneo de veteranos), ambos con mucho más de marketing que de competencia-, a no haber hecho pretemporada por hacer su regreso con el campeonato empezado y a su condición de fumador (vicio que, reveló, lo acompañó toda su carrera), Almeyda presenta una condición física incluso superior a la de varios de sus jóvenes compañeros. Se trata, sin dudas, de un físico genéticamente privilegiado.
A esa condición natural se agrega un gran profesionalismo. Reconoció que en esta última etapa de su carrera se maneja con una disciplina superior a la de sus años de esplendor; sin escatimar horas de descanso, alejado de actividades incompatibles con el deporte de alto rendimiento y muy cuidadoso en las comidas, aunque sin abandonar el tabaco. Su dedicación al entrenamiento, su discurso sin lugares comunes y sus destacadas actuaciones lo hacen un referente para sus compañeros y un ejemplo para los más juveniles, además de generar el continuo reconocimiento de la parcialidad millonaria.
Su inmediata adaptación pese a la prolongada ausencia bien puede tomarse como un síntoma de la medianía de nuestro fútbol, aunque este análisis encuentra su contrapunto en el logro de ser el futbolista más destacado de un equipo en serias dificultades y con la presión de que esa densa realidad se viva en un club del peso de River, circunstancia esta en la que es más difícil el destaque.
Con su jerarquía y su innata condición atlética, si se siente a gusto en su nueva ubicación en el centro de la defensa, sitio en el que evita el desgaste de su natural posición de número 5, es absolutamente factible que Almeyda le agregue a gran carrera dos o tres temporadas más.
(Foto:Canchallena.com)
Patricio Insua
patinsua@gmail.com
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