jueves, 15 de octubre de 2009

Ya en el Mundial llega el tiempo de repensar

La traumática eliminatoria rumbo a Sudáfrica 2010 finalmente terminó bien para Argentina. La victoria 1 a 0 ante Uruguay, en Montevideo, depositó al equipo nacional en la próxima Copa del Mundo y marcó el final de un camino tormentoso que implicó dos etapas. La primera la condujo Alfio Basile, quien dejó la herencia de un conjunto vacío y una cosecha de puntos escasa en el trayecto más favorable del fixture. Diego Maradona llegó para cambiarle la cara a la albiceleste y lo logró en los primeros amistosos y su debut oficial ante Venezuela. Pero luego el equipo se volatilizó y llegaron tiempos de histeria, de llamado compulsivo de futbolistas y del entonces lógico desmadre del equipo, que comenzó a jugar muy mal.

En el Centenario, Argentina mejoró su imagen fundamentalmente porque ejecutó un plan previamente pensado, con inteligencia de acuerdo a lo que le convenía. Sabía que el empate lo clasificaba en forma directa al Mundial y por eso se paró del otro lado del Río de la Plata dos líneas de cuatro hombres –la última integrada exclusivamente por centrales- y una dupla delantera ágil, compuesta por Gonzalo Higuaín y Lionel Messi, que volvió a tener una actuación demasiado opaca, sin ser siquiera la sobra del crack que deslumbra en el Barcelona. Los buenos relevos defensivos a la hora de retroceder y la tenencia con tranquilidad de la pelota en le medio, desde la garantía que siempre entrega Juan Sebastián Verón y la levantada tras bajas actuaciones de ese gladiador que es Javier Mascherano, fueron los argumentos centrales del equipo.

Claro que esa buena lectura de la conveniencia no dispara el elogio. Porque la Selección manejó el partido y se impuso tácticamente, pero olvidó el arco rival; no salió a ganar el partido sino a esperar. Ausencia de dinamismo y verticalidad, poco desborde por los costados y el centro delantero continuamente de espaldas al arco fueron la cara negativa.

Tras el encuentro, apenas dejó el campo de juego, Maradona encaró a los micrófonos que lo esperaban ansiosos en el camino al vestuario y, seguramente como catarsis ante una situación por demás incómoda, se mostró desencajado y cayó en exabruptos. Más tarde, con tranquilidad, en la conferencia de prensa volvió a utilizar un lenguaje inapropiado en un tramo que será el único recordado. Es inadmisible que quien ocupa ese cargo de privilegio se exprese con groserías. Y es, además, perjudicial para él, siempre en el centro de la escena, ya que con ese dislate le da letra a un sector de la prensa que lo ha fustigado personalmente y no futbolísticamente. Porque las críticas al juego de un equipo que viene haciéndolo mal son propias de la tarea periodística, pero no le falta razón cuando habla de mala intención mediática, con gente que genera siempre irritación e indignación por su malicia. Sin embargo, con sus palabras Maradona elevó a un periodista agrio y se ganó el repudio generalizado. Le fue funcional a los mala leche.

En la victoria hubiese sido bueno que Diego baje decibeles, si lo deseaba sin soslayar enojos, pero con las formas adecuadas. Maradona no es sólo el técnico de la Selección, ni siquiera su figura se limita a ser la más representativa de nuestro fútbol, es el argentino más conocido en el planeta y es doloroso que recorra el mundo una conducta tan reprochable como la que tuvo al enfrentar a los medios.

Hubo tiempo para lo importante. Ante las cámaras, reconoció que debe conversar muchas cosas con Julio Grondona y Carlos Bilardo, con quien protagonizó un muy emocionado abrazo tras el partido que vuelve impensable un enojo entre ambos. No aseguró su presencia en Sudáfrica como técnico de la Selección porque es evidente que hay muchas cuestiones organizativas que no comparte y entiende es imprescindible se revean. Argumentos no le faltan, ya que la AFA en lugar de facilitar su trabajo le puso obstáculos desde un principio, al no permitirle, inexplicablemente, armar su propio cuerpo técnico.

En caso de que decida continuar en su cargo, deberá tomar nota del mal juego del equipo en el último semestre, entender la necesidad de un esquema colectivo en lugar de un vertiginoso cambio de nombres entre un partido y otro, sumar trabajo pese al cansancio de los viajes y recuperar la templanza de sus primeros días como conductor de la Selección, cuando se mostraba sereno y consciente de las formas que requieren el lugar que ocupa.

Argentina ya está en el Mundial de Sudáfrica y en la carrera corta que es una competencia de un mes con un máximo de siete partidos todo es posible. Un grupo accesible y un cruce favorable en octavos de final pueden facilitar la llegada al partido decisivo. Pero la clasificación no debe tapar las evidentes carecias futbolísitcas. Ahora todo debe apuntar a la cita máxima del fútbol, sí, aunque para que las cosas allá salgan bien se impone mirar atrás y tomar nota de los errores cometidos; todos, los de la dirigencia, el técnico y los jugadores.
(Foto: Canchallena.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

2 comentarios:

Santiago Carreras dijo...

A los que hicieron encuestas para ver si clasificabamos. A los que votaron. A los que levantaron los resultados. A los que aprovecharon para escribir columnas de opinión cuando les cuesta hablar de corrido. A los opinólogos que nunca pisaron tierra y patearon descalzos. A los que hicieron notas en la calle Florida. A los movileros de TN. A Juan Pablo Varsky. A los que pedían a Riquelme. A los que festejaron el gol de Perú. A los "6 a 1 con Bolivia, vergüenza!!!". A los irreverentes que cuestionaron la fe de los creyentes. A los que no entienden. A los que no quieren entender. A los contreras. A los anti Argentina. A los periodistas. A todos los putos.
A todos esos hay que darles mucho espacio, sin límite, con tiempo, para que se explayen, hablen, opinen, reflexionen, analicen y digan. Y hablen, discutan, y hablen otro rato. Y sigan hablando hasta que se cansen.
Para que al final, como siempre, la chupen.

Fernando Salceda dijo...

Desde el enorme cariño que le tengo a Diego por las enormes alegrías que nos dio cuando jugaba, creo que debería dejar la Selección ahora.
Está claro que no está para semejante compromiso, al menos por el momento. Es verdad que la herencia de Basile es pesada, pero Diego sólo le agregó más plomo. No le cambió nada para bien. En la etapa cercana al Mundial convocó casi ochenta jugadores, más que el triple que lo que permite inscribir la FIFA para la Copa del Mundo. Se preocupó por mandar más que por ser el líder; y la coronó con los excesos del miércoles. Creo que tiene razón en el fondo de su planteo, pero su forma de expresarlo lo desdibuja al punto de hacerlo absolutamente vulnerable.
Una pena.