lunes, 12 de octubre de 2009

La leyenda Palermo evitó el naufragio argentino

Los brazos abiertos, el mentón arriba, el torso desnudo, las lágrimas de un pesado cielo fulgurante de rayos bañándolo como a todo el estadio y las propias inundándole los ojos quedarán como una toma más de la fílmica carrera de Martín Palermo. Su agónico gol para decretar la victoria ante Perú, en el Monumental, salvó a la Selección de quedar virtualmente excluida de Sudáfrica 2010.

Argentina volvió a mostrarse como un equipo chiquito, carente de juego asociado, sin un esquema definido, huérfano de variantes ensayadas y perdido en su propio laberinto. La era Maradona desdibujó completamente aquel buen comienzo que había tenido y derivó en este jugar a lo que salga que caracterizó al ciclo de Alfio Basile. Diego heredó un cúmulo de problemas y pese a que en un principio pareció que lograría un nuevo orden terminó por caer en el mismo oscuro pozo futbolístico en el que estaba el equipo cuando lo tomó.

Antes del partido ante Perú, en conferencia de prensa, consultado sobre la decisión de hacer entrenar tan poco al equipo, Maradona aseguró que dado el cansancio con el que llegan los jugadores debe cuidarlos sin exigirlos. Esa receta ha sido perniciosa para el equipo nacional. Siempre lo es la falta de trabajo. Detenerse en cada detalle de un partido, mecanizar movimientos, preparar variantes, tener un juego conceptual y grupal, determinar un esquema y afinar una táctica son pasos indispensables para poner en cancha un equipo que sepa leer la partitura que debe interpretar.

Falla la conducción y decepcionan los rendimientos de varios jugadores. Es evidente que Argentina tiene menos futbolistas diferentes de los que suele asegurarse. Es cierto que se cuenta con el mayor talento del planeta, Lionel Messi, pero salvo él y cuatro o cinco jugadores más el resto milita en equipos de tercer o cuarto orden en el contexto europeo. Sin embargo, Paraguay y Chile (ambos dirigidos por técnicos argentinos, Gerardo Martino y Marcelo Bielsa, respectivamente) con a todas vistas menos material lograron equipos con un funcionamiento mucho mejor que el de Argentina a partir de la identidad colectiva que construyeron.

El triunfo ante los peruanos fue inmerecido de acuerdo a lo expuesto por ambos equipos. Argentina comenzó con clara intención de instalarse en campo rival, pero pasado el primer cuarto de hora los buenos intentos se volatilizaron y reapareció el elenco híbrido, anodino y desorientado que había caído ante Paraguay. En el segundo tiempo, el tempranero gol de Gonzalo Higuaín preveía el inicio de un manejo cómodo del partido, pero sucedió todo lo contrario. El conjunto albiceleste no pudo tener la pelota y los circuitos de pases fueron inexistente. Los dirigidos por José “Chemo” Del Solar le robaron la pelota a Argentina y le hicieron mucho daño. La fortuna y las manos salvadoras de Sergio Romero -la figura- evitaron que Perú diese vuelta el marcador. En medio de un tremendo aguacero, el gol de Rengifo a los 90 minutos de juego, luego de que el conjunto rojo y blanco trasladase con comodidad la pelota por toda la cancha, parecía ahogar a la Selección, condenándola. Pero apareció el hombre de las conquistas novelescas, el que pocos días antes había celebrado sus 200 goles en Primera División con un cabezazo desde 40 metros, para desatar el enloquecido festejo de la victoria que parecía imposible.

La penuria argentina fue ante el peor equipo de las Eliminatorias; el último y quien como visitante había llegado a Buenso Aires con sus ocho partidos perdidos, en los cuales había recibido 24 goles y marcado sólo 2.

Argentina tiene que concentrarse únicamente en lograr la clasificación al Mundial, sea el miércoles en el Centenario de Montevideo o en un posterior repechaje. Debe parir la clasificación tras una dolorosa eliminatoria. Un empate ante Uruguay lo clasificará en forma directa a Sudáfrica, salvo la muy improbable alternativa de que Ecuador le gane a Chile, en Santiago, por cinco goles de diferencia. La ventaja de contar con dos de los tres resultados posibles incrementa las posibilidades de conseguir el objetivo y permite la especulación, aunque peligrosa. Gracias a un milagro más del inagotable Palermo la Selección, pese a su ausencia de juego, está más cerca de hacer lo que debe: anotarse en la próxima Copa del Mundo. Una vez con los pasajes en el bolsillo habrá que hacer un replanteo profundo en relación al maltrecho andar que, con distintos matices, Argentina lleva hace más de tres años.
(Foto: Canchallena.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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