lunes, 7 de septiembre de 2009

Argentina, perdida en su propio laberinto

Las luces de alarma continúan encendidas en el Seleccionado y no aparecen las soluciones para desactivar el peligro. Lo bueno que el equipo había mostrado en la derrota ante Ecuador se esfumó, y frente Brasil reaparecieron la desarticulación grupal y el fracaso individual. Así, la clasificación de Argentina al Mundial de Sudáfrica aparece comprometida. Porque se insiste con fórmulas que no han dado buenos resultados, persisten falencias que no logran ser resueltas y pesa negativamente la urgencia por la reivindicación.

Argentina es un equipo de esqueleto flaco al carecer de una estructura colectiva, punto de partida de cualquier gran equipo. Contar con quien está cómodamente ubicado en el podio de los mejores jugadores del mundo y perderlo en la reiteración de vanos intentos individuales es la consecuencia. Maradona deberá asumir definitivamente que los roles son más importantes que los nombres. Lionel Messi, Carlos Tévez y Sergio Agüero cumplen prácticamente la misma función; sólo hay lugar para uno de ellos entre los que inician un partido y es evidente para quién debe ser. Se impone, además, jugar con un centrodelantero goleador; no se puede prescindir de un hombre con instinto de área y que viva del gol.

El fútbol actual en su máximo nivel internacional exige una aptitud física de elite en cada uno de los integrantes del plantel de un seleccionado. Así como es necesario disponer de jugadores veloces en un equipo, buscar otros que tengan una contextura que imponga presencia por su altura es también un requerimiento.

El desborde y el centro constituyen un recurso de manual, básico y siempre vigente. Se trata de una variante que toma todavía más importancia cuando el marcador es adverso. Sin un clásico número nueve ni jugadores de importante talla, un centro -ya sea con pelota parada o por elaboración de jugada- es hoy una amable invitación del conjunto nacional a los defensores rivales para que alejen el peligro de su arco sin mayores contratiempos.

Hay cuestiones que atañen únicamente a los jugadores y eximen al entrenador. Que el gol de Luisao -el primero del partido y el que quiebra su trámite- sea una inadmisible desatención de Sebastián Domínguez o Gabriel Heinze, el que fuese responsable de tomarlo (ambos se fueron detrás de Lucio y dejaron absolutamente libre al otro zaguero), remite exclusimente al orden de los futbolistas. Siete minutos más tarde, el segundo tanto brasileño llegó tras dos rebotes que fueron perseguidos por los de amarillo y observados pasivamente por los de celeste y blanco en una falta de reacción y carácter que tampoco puede ser adjudicada al técnico. La rebeldía y la lucha por revertir encuentro desfavorable deben nacer de quienes ingresan al campo de juego.

Argentina había tenido un buen arranque, con un manejo de pelota de mucho dinamismo y seguridad. Antes de cumplirse el primer minuto elaboró una jugada que tuvo un furtivo ataque a fondo. Ese arranque prometedor tuvo otro fogonazo cuando Messi sacó un fuerte disparo en la boca del área que se fue desviado, pero lo hecho en el primer cuarto de hora no encontraría correspondencia en el resto del encuentro.

No se puede dejar de señalar el tamaño dell oponente. Enfrente había un rival superior en todos los aspectos: juego, físico, actitud, aptitud, carácter, orden e inteligencia. La victoria del sólido, prolijo y lúcido conjunto dirigido por Dunga fue inobjetable. La cara de impotencia y preocupación de Maradona una síntesis del desconcierto argentino.

La Selección volvió a perder como local por Eliminatorias tras exactamente 16 años: el 5 de septiembre de 1993 había sido goleado por Colombia 5 a 0, en el Monumental, y obligado a penar en el repechaje ante Australia para estar en el Mundial de Estados Unidos. Esta caída ante Brasil no tiene ese costo. Restan aún tres partidos y las derrotas de Uruguay y Ecuador antes de que comenzase el partido en el Gigante de Arroyito le aseguraban al conjunto nacional mantener la cuarta colocación (última plaza de clasificación directa) independientemente de una derrota.

De los tres partidos que le quedan a Argentina dos son de pronóstico absolutamente reservado. Con la cara aún roja por el cachetazo brasileño habrá que ir a Asunción para enfrentar al siempre complicado Paraguay, escolta del Scratch junto a Chile, y en la última fecha la excursión será a Montevideo para disputar el clásico ante Uruguay, quien también pude llegar a esa instancia con la imperiosa necesidad de una victoria. Entre amabas presentaciones de visitante, llegará Perú, último en la tabla de posiciones.

Argentina navega en la intrascendencia futbolística y para hacer desaparecer esa hibridez será necesario que Maradona revea el plan de juego y la conformación del equipo, en tanto que los jugadores deben asumir cabalmente lo que significa jugar con la camiseta celeste y blanca.
(Foto: Canchallena.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

2 comentarios:

Santiago Carreras dijo...

Patricio, de acuerdo en muchos puntos. No estoy tan seguro de la clasificación del seleccionado, pero confio plenamente en el entrenador y en ciertos jugadores que ya han dado muestras de estar a la altura del equipo. Otamendi y Mascherano son alguno de los casos. Por caso, Messi, pareciera estar en otra sintonía. En algún momento le llegará el reproche merecido, hoy parece que el es víctima de sus compañeros, mientras que en Barcelona es héroe indiscutido.
Asterisco. En junio de 2010, en el Obelisco tenemos que ser no más de 30 personas. Pero igual van a ir, como siempre, se suman en las buenas.

Patricio Insua dijo...

Silvio, muchas gracias por tu comentario.
Sé que te cuento entre los lectores de este blog por lo que sabés que desde el inicio apoyé este proceso. Continúo en esa línea, sólo que hago algunos señalamientos con lo que no estoy de acuerdo. Por caso uno que no figura en la nota: desde la derrota con Brasil, Argentina practicó menos de cuatro horas, un rato en la tarde del martes y otro en la del miércoles, antes de viajar a Asunción. Por las mañanas dulces sueños.
Diego recibió un recibió un equipo muy herido. Dirigió al equipo nacional en menos de 10 partidos; hay que darle tiempo, pero con el Mundial a menos de un año es precisamente lo que no sobra. Por eso, cuando tiene a los jugadores no cabe el lujo de escamotear horas de trabajo, condición que sea hace siempre necesaria para el éxito.
Un fuerte abrazo.