martes, 20 de febrero de 2007

El milagro de existir

Con el maltrato que se le dispensa, parece un milagro que le fútbol argentino siga en pie. ¿Goza nuestro deporte rey de buena salud? La respuesta es, evidentemente, un no rotundo. Lo increíble radica en que pese a recibir cachetazo tras cachetazo la competencia de cada fin de semana se mantiene en pie, incluso, gracias a la materia prima de una cantera inagotable, con prestigio.

Que con oscuros hombres tras los escritorios de los clubes, negocios millonarios en la trasmisión de los partidos, el conjunto campeón estrenando su título un día lunes, una AFA que avala cuanta irregularidad se ponga delante, barrabravas no ya amos y señores de las tribunas, sino con participación y ganancia en pases de jugadores, y mil vicios más, es realmente un milagro que el fútbol argentino subsista con este nivel.

Tal descalabro de ninguna manera tiene un único responsable. Pero, al mismo tiempo, difícilmente tenga a alguien libre de culpa. Porque poder político, Justicia, AFA, Policía, dirigentes de los clubes, futbolistas, periodistas y hasta el hombre “común” que va al fútbol colaboran para el desastre. Claro que no todos y los que sí con distintos grados de responsabilidad. Porque de ninguna manera es lo mismo José María Aguilar en tanto presidente de River que un hombre de control de ingreso a las tribunas toreado por medio centenar de bravos.

La connivencia entre los violentos y quienes tendrían que frenar su proceder es evidente. El empleo en dependencias estatales, los hábiles abogados que los patrocinan, sus entradas y salidas instantáneas de los lugares de detención y el dinero con el que financian sus actividades son, entre otros tantos hechos, pruebas más que suficientes para ver el vínculo entre los barrabravas y quienes deberían ser sus enemigos.

Además, los jugadores también hacen su parte. Porque si bien puede entenderse que por temor colaboren con el dinero que les exigen los barras, los cierto es que la mayoría de las veces los triunfos dedicados desde el campo de juego y las camisetas obsequiadas tienen por referencia al sector de la tribuna donde se disponen los barras. Eso sí, cuando tras una entrenamiento algún chico se acerca para conseguir aunque sea una media de alguno de sus ídolos obtienen como respuesta una escueta negativa en simultaneo con la suba de los oscuros vidrios de los autos importados que tanto gustan a los futbolistas. Tristemente, a esto se agrega la idolatría que la mayoría de los que concurren a las canchas (quienes insultan, escupen y se comportan del peor modo) le dan a los violentos, vitoreando su ingreso a la tribuna y cantando las barbaridades que luego estos concretan.

Por ser el fútbol una parte constitutiva de la cultura y la identidad argentina duele tanto su arrebato. Porque hoy lo dominan violentos de armas tomar y corruptos vestidos con los mejores trajes franceses o italianos. Deberá entonces buscarse la normalización del fútbol, la cual implica devolverle el espectáculo de este deporte al público -que hoy es rehén o quedó proscripto de los estadios- y sacárselo a quienes se enriquecen y obtienen diversos réditos con los peores artilugios.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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