
Su desembarco en la Ciudad Condal fue en la temporada 2001/2002. Recibió en aquella oportunidad el dorsal número siete, el cual estaba cargado de condimentos: Figo acababa de dejarlo para irse al Real Madrid en una de las transferencias más importantes de la historia del fútbol español. No le pesó la responsabilidad y la respuesta la dio con 21 goles. El siguiente año fueron 19 los gritos y 20 en la 2003/2004. Pero pese al más de medio centenar de anotaciones con la camiseta blaugrana y a transformarse en uno de los preferidos de la afición que cada fin de semana colma el Camp Nou, la directiva encabezada por Joan Laporta decidió su salida del club. Nunca se supo con claridad el motivo del destierro catalán, el principal trascendido fue su alto sueldo.
Lo recibió el Mónaco y en el principado ratificó su vocación de verdugo de arqueros rivales. Luego mantuvo los mismos colores, pero esta vez en el Sevilla, donde fue uno de los valores más destacados en el equipo que obtuvo la Copa UEFA y la Supercopa de Europa. Fueron dos temporadas con algo más de 30 goles, pero ni la glamorosa estadía monegasca, ni la fiesta sevillana parecieron mostrar al mejor Saviola. Poco le importó esto a José Pekerman, quien no sólo lo incluyó en el plantel que participó del Mundial, sino que lo colocó como titular. No hubo error: fue uno de los más altos rendimientos de la albiceleste en la competencia futbolística más importante del planeta.
Finalizado el frustrado intento de conseguir en Alemania la tercera consagración a nivel mundial de la selección argentina, regresó al Barça sin hacer ruido. Sabía que el técnico no lo tenía entre sus preferencias y que debería luchar contra una dirigencia que nunca quiso su retorno. Pero el delantero apostó a sus condiciones y al aprecio que sabía despertaba en la afición catalana. Los recientes goles hicieron que quienes no confiaban en él se rindan ante este extraordinario delantero por quien no deja de clamar el público blaugrana. Tal vez por eso los popes del Barcelona ya estén pensando en renovarle el contrato para no quedar más adelante en evidencia.
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