martes, 30 de diciembre de 2014

San Lorenzo, River, Racing y Huracán, los campeones del año

El año se va con cuatro equipos laureados: San Lorenzo, en la cima de América con la Copa Libertadores; River, campeón del torneo Final y la Copa Sudamericana; Racing, portador del título del certamen disputado en el segundo semestre del año, y Huracán, que conquistó la Copa Argentina. Para cada uno de los cuatro clubes, las respectivas vueltas olímpicas tuvieron una significación especial.

A mitad de año, llegó a su final la mayor obsesión de San Lorenzo: el elenco azulgrana alzó la Copa Libertadores para ponerle punto final a una historia de desencuentros con el mayor trofeo del fútbol sudamericano. De la mano de Edgardo Bauza, el Ciclón ganó el torneo con sólidos merecimientos. Fuerte en defensa y rápido en ataque, con un mediocampo moviéndose al compás del doble pivote central compuesto por Néstor Ortigoza y Juan Mercier, encontró respuestas para casi todos los interrogantes que le plantearon sus adversarios. De menor a mayor, creció hasta la máxima gloria.

La consagración fue ante Nacional de Paraguay, pero para llegar a esa instancia tuvo que dejar en el camino a poderosos equipos. Selló su clasificación en la fase de grupos al derrotar 3-0 a Botafogo, equipo ante el que había caído 2-0 en Brasil en el estreno copero. En las dos primeras instancias de eliminación directa volvió a encontrarse con equipos brasileños y en ambos casos definió de visitante: eliminó a Gremio por penales en octavos y sacó a Cruzeiro en cuartos después de un gran segundo partido. En semifinales arrazó: goleó a Bolivar 5-0 en el Nuevo Gasómetro y ya con la llave resuelta cayó 1-0 en la revancha en La Paz. No fue un camino sembrado de rozas; como tampoco lo fue la final, en la que tuvo sus padecimientos, como el empate sobre la hora en Asunción. Pero ganó en su casa y fue campeón, el equipo campeón más esperado de la riquísima historia de San Lorenzo.

Para River, volver a situarse en la cima del fútbol nacional implicó exorcizar a sus propios demonios. Fue cortar con un período de seis años sin títulos, que transcurrieron en la peor era de su historia, con conducciones que esquilmaron a la institución y propiciaron lo que parecía imposible: el descenso del equipo más veces campeón del fútbol grande de la Argentina. El título de la reivindicación llegaba además con tu técnico fetiche, Ramón Díaz.

Apenas bajado de la ola del festejo, el riojano -acaso más en una jugada que medía beneficios futuros-, renunció a su cargo. Fue un impacto para River. Rápido, fue por otro hombre de la casa: Marcelo Gallardo. Pese a su buen desempeño como entrenador en Uruguay, donde había sido campeón con Nacional, su llegada era una incógnita para el gran público; no así para Enzo Francescoli, mánager del club, quien no dudó en ir a buscarlo.

Y con el Muñeco las cosas fueron mejor que con Ramón, porque River jugó mucho mejor. Intensidad, buen toque, presión, rotaciones, concepción colectiva y gran capitalización de las individualidades fueron algunas de las líneas que convirtieron a un equipo campeón en otro todavía superior. Y así llegó la consagración en la Copa Sudamericana para cortar con una sequía de títulos internacionales de 17 años. El único error de cálculos de Gallardo fue cuando en el trascendental partido ante Racing ni siquiera concentró a los habituales titulares y la derrota le costó lo que pudo haber sido un doblete de títulos.

Pero no existe la historia de lo que pudo haber sido, y la realidad es que Racing fue el campeón de la segunda parte del año, de un torneo fantástico, en el que hubo grandes partidos y orilló los 500 goles. La Academia se consagró con la vuelta de un hijo pródigo, Diego Milito, cuya imagen será para siempre la síntesis de este logro. Pese al agotamiento de sus piernas, consecuencia lógica de una larga y exitosa carrera en Europa, marcó evidentes diferencias; puso su jerarquía y liderazgo como locomotora del equipo.

“Prefiero perder el clásico y salir campeón”, había dicho Diego Cocca, técnico llegado para este torneo, en la víspera del cruce ante Independiente. Y el choque de la quinta fecha fue victoria para el Rojo en el estadio Libertadores de América. Entonces, las críticas –muchas despiadadas- arreciaron contra el entrenador y algunos futbolistas. Pero Cocca, que a mitad de año había ascendido con suceso a Primera División con Defensa y Justicia, fue torciendo el rumbo. Más pragmático y menos osado, encontró el equilibrio y la fortaleza para llegar al título.

Contra los libros de la ortodoxia futbolística, Racing ganó en campeonato por sus resultados de visitante y más por no recibir goles que por hacerlos. El primer ítem se explicita en haber sido el equipo que más puntos sacó fuera de su estadio, 22, y el que marcó más goles, 20 (en el estadio Presidente Perón anotó 11). El segundo, es más evidente: ganó en las últimas seis fechas del torneo sin recibir goles, y solo le marcaron uno en las últimas nueve.

Huracán fue quien se adjudicó la Copa Argentina tras vencer por penales a Rosario Central en San Juan. Fue su primer título en más de 40 años y le permitirá volver a disputar la Copa Libertadores también después de más de cuatro décadas. Haberse quedado con el torneo federal fue para el conjunto de Parque Patricios dejar atrás años de frustraciones en instancias decisivas. El Globo se consagró con un técnico de la casa, alejado de las grandes marquesinas, Néstor Apuzzo, y con varios jóvenes de muy buena proyección.

Además de la Copa Argentina, Huracán logró algo acaso todavía más importante: el regreso a la máxima categoría. Después de ganar el desempate jugado con Atlético de Tucumán en Córdoba, terminó el año de la mejor manera: de regreso en el lugar que merece en la historia del fútbol argentino y con un trofeo en alto.

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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