
En esas tres décadas, Argentina tuvo cinco entrenadores, Menotti, Carlos Salvador Bilardo, Alfio Basile, Daniel Passarella y Bielsa; la misma cantidad que en los últimos diez años, en los que se sucedieron Néstor Pekerman, Basile (en su segundo ciclo), Diego Maradona, Sergio Batista y ahora Alejandro Sabella. A ninguno le correspondió un período completo, entendiéndose por tal un proceso que se inicie al finalizar un Mundial y se prolongue hasta el siguiente. Se sostenían procesos que se habían iniciado por convicción y en el último tiempo se diluyeron otros que partieron de la ocasión.
En este período la volatilidad de los entrenadores tuvo su correlato en una desmesurada convocatoria de futbolistas para ser más de 150 los que se vistieron de celeste y blanco en los últimos dos años y medio. La imposición comercial de una selección doméstica es la explicación de ese caudal y de que a varios jugadores les haya bastado con jugar bien un puñado de partidos para llegar al seleccionado. El resultado fue que un sitio reservado para los mejores se expandió perjudicialmente.
Con el inicio de 2012 se enciende la cuenta regresiva rumbo a Brasil 2014, cita en la que Argentina cumplirá casi un cuarto de siglo sin lograr meterse en las semifinales del torneo más relevante del mundo. Sabella intentará, también en un ciclo parcial, que la selección recupere una estructura sólida y un funcionamiento colectivo que aproveche en la mayor medida posible la potencialidad de los buenos talentos de los que dispone –sobre todo en ataque-, con Lionel Messi, el mejor jugador del planeta como abanderado. Tratará, en la misma carrera de postas breves con relevos repentinos, de torcer una historia de problemas coyunturales que se solidificaron en carencias estructurales. Lo consiga o no, el siguiente paso deberá ser volver a confiar en la capacidad de los mejores conductores con la coherencia de antaño.
(Fotos: Telam.com.ar)
Patricio Insua
patinsua@gmail.com
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