martes, 21 de junio de 2011

A la historia grande

Máximo artillero en la historia de uno de los dos equipos más grandes del fútbol argentino con 236 tantos y solamente superado entre los más goleadores desde que se instauró la era profesional por cuatro hombres mitológicos como Arsenio Erico, Ángel Labruna, Herminio Masantonio y Manuel Pellegrina, Martín Palermo le puso punto final a su carrera como jugador para quedarse en el recuerdo eterno, el que está reservado a unos pocos privilegiados, a los más destacados. Se lo ganó con un instinto sin igual en los tiempos modernos para vulnerar los arcos rivales.

A los 37 años, dio pruebas de un riguroso profesionalismo en su última temporada al disputar los 38 encuentros del año futbolístico. Lo hizo con un gran esfuerzo por las constantes dolencias en su rodilla derecha –en la cual tuvo dos operaciones por rotura de los ligamentos cruzados, en 1999 y 2008-, lo cual lo obligó a disputar gran parte del Clausura infiltrado. Fue una muestra más de la fortaleza mental de hierro de un verdadero titán.

La Selección argentina y el fútbol europeo no fueron su ámbito. Aunque se dio el gusto de emocionar y emocionarse con un dramático gol ante Perú bajo un diluvio por las Eliminatorias a Sudáfrica 2010 y, luego, de anotar en el Mundial frente a Grecia, su paso por la albiceleste será recordado por haber errado tres penales ante Colombia en la Copa América 1999. En tanto, de su paso por el viejo continente se evocará la fractura que le ocasionó el derrumbe de un talud en un festejo. En Boca, en cambio, encontró su lugar en el mundo, con goles a montones. Y los hizo de todas las formas. De chilena, de cabeza desde 35 metros, tomándose del travesaño, con los dos pies al resbalar en un penal. Esos gritos implicaron muchas celebraciones, con clásicos victoriosos, torneos locales, Copa Libertadores y la Intercontinental, cuando se disputaba a un partido en Tokio; aquella noche en la que le marcó dos goles al Real Madrid de Figo, Roberto Carlos y Casillas, entre otros. Así, se ganó el cariño azul y oro, como quedó de manifiesto en su último partido en la Bombonera, ante Banfield.

Acaso el mejor cabeceador de todos los tiempos por estas tierras, su última instantánea como jugador fue ganando una pelota en la altura del área de Gimnasia –su rival y al equipo que más le convirtió- para habilitar a Christian Cellay, autor del agónico gol del empate en el Bosque. Fue la última intervención del “optimista del gol”, como lo había definido Carlos Bianchi, el técnico que lo marcó.

Martín Palermo cerró el libro de su muy atractiva historia como futbolista. Seguramente el futuro sea como entrenador, junto a su amigo Roberto Abbondanzieri. Sus goles, sus festejos, sus desventuras y renaceres quedan registrados en una carrera del mil matices, nada menos que la de uno de los goleadores más importantes de los últimos 80 años.
(Foto: Telam.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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