miércoles, 8 de agosto de 2007

Emigración compulsiva

Maximiliano Moralez decidió tomarse una licencia de un par de años en su carrera de futbolista a cambio del dinero que seguramente le haga abortar cualquier futura posibilidad de penuria económica alguna. Eso es lo que le ofrece la liga rusa, en la cual vestirá la camiseta del FC Moscú. El mismo camino eligió otro jugador de jerarquía: Mauro Zárate se desarrollará en el Al Saad del tan millonario como aficionado fútbol de Qatar. Tiempo atrás, había partido al fútbol de la Siberia Fernando Cavenaghi, quien con apenas más de 20 años ya superaba los 50 goles en Primera con los colores de River (transformándose en uno de los máximos 25 artilleros en la historia del club) y se perfilaba como posible centrodelantero de la selección. Su carrera, no sólo con gran futuro sino con un auspicioso presente a la hora de dejar Núñez, se diluyó de tal manera que nunca recuperó su estirpe de dúctil y temible goleador; hoy lucha por un lugar entre los suplentes del Bordeaux francés. Habrá que ver cuál será el costo deportivo para Moralez y Zárate.

No se puede juzgar a las personas cuando las decisiones que toman no afectan a terceros. Menos aún cuando lo aceptado por estos chicos asegura no sólo su futuro económico, sino también el de sus familias. Pero cabe preguntarse si tan sombrío era el panorama para estos talentos juveniles de haber rechazado esas ofertas.

Se trata en los tres casos mencionados (Moralez, Zárate y Cavenaghi) de jugadores que tenían por delante un futuro de muchas luces. Decidieron, sin embargo, tomar otro camino, mudándose a ciudades de las que seguramente poco o nada conocían antes de hacer pie en el aeropuerto correspondiente, sin pensar que de las 24 horas del día no más de 2 le dedican al fútbol. Podrían haberse quedado a la espera de una oferta más conveniente para sus carreras futbolísticas, su futuro financiero y sus vidas cotidianas; y en el caso de que éstas no llegasen, el panorama para ellos era el de seguir siendo figuras destacadas de la Primera División argentina, lo cual da prestigio y el dinero suficiente para vivir sin absolutamente ninguna necesidad y con varios lujos.

Javier Saviola también se fue joven, pero para fichar en un grande mundial como el Barcelona y acomodarse en la Ciudad Condal, en la que muy difícil es no sentirse a gusto. En casos como este la ida no merece discusión, incluso tampoco cuando los juveniles parten al fútbol europeo sabiendo que les costará ganarse un lugar en los poderos equipos que los contratan. Lo llamativo es cuando se someten voluntariamente a un destierro deportivo y social.

Si bien se hace absolutamente comprensible que vayan a exóticos destinos del Planeta Fútbol quienes militan en clubes chicos, del ascenso o aquellos a los que poco les queda de carrera, no lo es en jóvenes con las cualidades suficientes para destacarse. El talentoso Guillermo Barros Schelotto nunca quiso irse de Boca; se convirtió en uno de los máximos ídolos en la historia del club, en figura de nuestros torneos y acumuló varios ceros en sus cuentas bancarias, para recién entonces irse a buscar una jubilación a un fútbol menor como el de Estados Unidos. Bueno sería que su ejemplo fuese tomado por las nuevas generaciones.

La gerenciadora de Racing, Blanquiceleste S.A., a través de su titular, Fernando De Tomasso, aseguró que nada se puede hacer contra una oferta tan suculenta y que ante tamañas cifras no hay manera de retener, en este caso, a Maximiliano Moralez. Racing no necesitaba de nada para retener al pequeño y escurridizo mediocampista, puesto que este tenía firmado un vinculo contractual que estaba vigente. Pero los manejos en nuestro fútbol dejan claramente en evidencia que no son los jóvenes futbolistas los únicos que ganan al emigrar; incluso en muchos casos claramente son utilizados como mercancía de cambio y el rédito lo llevan oscuros personajes de saco y corbata.

Es llamativo el desprecio que muchos juveniles muestran por su profesión. Se van corriendo de los entrenamientos y ante la primera oferta de varios ceros se toman un avión a latitudes desconocidas. Pareciera que los chicos ya no sueñan con ser futbolistas, sino con ser millonarios y el fútbol es apenas un medio para lograrlo.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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