
La segunda parte no escatima en miserias. Al suspenderse el partido Gimnasia ganaba 1 a 0, pero al momento de la reanudación el campeonato ya no era el mismo. Estudiantes, eterno rival del Lobo, aparecía como uno los candidatos a robarle el título a Boca. Entonces entró en acción la barra del Lobo, para amenazar a los jugadores y darles como única opción perder el encuentro ante los de La Volpe. Versiones periodísticas aseguran incluso, aunque parezca increíble, que dos miembros de la CD participaron del apriete. Tremenda situación lógicamente repercutió en la actuación de los dirigidos por Troglio, quienes jugaron con una liviandad imposible de ver en la máxima categoría del fútbol argentino.
No se puede culpar a los jugadores de Gimnasia. El miedo de saber que habitan en un país en el cual quines los amenazaron tienen manos amigas para moverse sin inconvenientes los llevó a obedecer y a callar. Entonces, los cuatro goles que anotó Boca fueron su modo de dar cuenta del suceso, de dejar en claro que algo había sucedido. Fue así como el tema estalló en los medios y mientras que Ariel Franco se animó a contar lo que pasó (sin demasiadas exactitudes, es cierto), la novia de uno de los integrantes del plantel hizo la denuncia policial.
Si bien, como se ha señalado, el plantel tripero es víctima y rehén, también resulta doloroso ver como ante tan graves situaciones nadie da un paso al costado para separarse de tales miserias. Y esta conducta atraviesa a todos los sectores de nuestro fútbol. Así, se hacen posibles sólo dos lecturas respecto de quienes hoy, ayer o mañana aparecen involucrados en estos hechos: o son parte de la mugre o son tan pusilánimes que no están dispuestos a resignar ni una moneda de sus ingresos por más que se vean involucrados en tretas que manchen su nombre.
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