viernes, 10 de noviembre de 2006

Definitivamente, algo huele mal

La historia se divide en mitades, ambas lamentables. La primera tuvo tres protagonistas principales. El patotero Juan José Muñoz, presidente de Gimnasia, quien ingresó en el entretiempo del partido que disputaban su equipo y Boca a un lugar vedado como es el vestuario de los árbitros para amenazar a Daniel Giménez. El propio sargento oriundo de Chaco, pésimo árbitro, que suspendió el partido por la gravedad del hecho y pidió incluso parar el fútbol, pero luego relativizó lo sucedido y hasta dejó de lado la denuncia pertinente, pese a que en un primer momento dijo que Muñoz lo había amenazado de muerte. Resulta evidente que alguien “invitó” a Giménez a volver sobre sus pasos. Y, por último, la AFA con su política del todo pasa, al buscar minimizar el escándalo, darle una levísima sanción al presidente platense y hacer disputar el segundo tiempo dos meses más tarde.

La segunda parte no escatima en miserias. Al suspenderse el partido Gimnasia ganaba 1 a 0, pero al momento de la reanudación el campeonato ya no era el mismo. Estudiantes, eterno rival del Lobo, aparecía como uno los candidatos a robarle el título a Boca. Entonces entró en acción la barra del Lobo, para amenazar a los jugadores y darles como única opción perder el encuentro ante los de La Volpe. Versiones periodísticas aseguran incluso, aunque parezca increíble, que dos miembros de la CD participaron del apriete. Tremenda situación lógicamente repercutió en la actuación de los dirigidos por Troglio, quienes jugaron con una liviandad imposible de ver en la máxima categoría del fútbol argentino.

No se puede culpar a los jugadores de Gimnasia. El miedo de saber que habitan en un país en el cual quines los amenazaron tienen manos amigas para moverse sin inconvenientes los llevó a obedecer y a callar. Entonces, los cuatro goles que anotó Boca fueron su modo de dar cuenta del suceso, de dejar en claro que algo había sucedido. Fue así como el tema estalló en los medios y mientras que Ariel Franco se animó a contar lo que pasó (sin demasiadas exactitudes, es cierto), la novia de uno de los integrantes del plantel hizo la denuncia policial.

Si bien, como se ha señalado, el plantel tripero es víctima y rehén, también resulta doloroso ver como ante tan graves situaciones nadie da un paso al costado para separarse de tales miserias. Y esta conducta atraviesa a todos los sectores de nuestro fútbol. Así, se hacen posibles sólo dos lecturas respecto de quienes hoy, ayer o mañana aparecen involucrados en estos hechos: o son parte de la mugre o son tan pusilánimes que no están dispuestos a resignar ni una moneda de sus ingresos por más que se vean involucrados en tretas que manchen su nombre.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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