martes, 5 de septiembre de 2006

Ásperos regresos

El amor por la camiseta es un valor supremo en el mundo del fútbol. Sin dudas, quienes más protegen este sentimiento son los hinchas. Entonces, los jugadores que a su buen juego suman el profesar cariño por los colores que defienden logran instantáneamente el enamoramiento de la tribuna. Pero lo que es motivo de idolatría cuando se trata del propio equipo se transforma en feroz insulto cuando ocurre en otro club.

Desde su regreso al fútbol argentino, Juan Sebastián Verón recibió de modo casi brutal el cariño durante tanto tiempo acumulado por la gente de Estudiantes de La Plata. En contrapartida, pese a ser un jugador de indiscutible categoría y una figura que jerarquiza la liga argentina, cada fin de semana la popular opuesta a la de los Pinchas invierte casi más tiempo en insultar a la Brujita que en alentar a su equipo. Con cuentas bancarias de varios ceros, optó por volver al club de su corazón antes que seguir en Europa, donde varios conjuntos le ofrecían ganancias muy superiores que las que percibe en la institución platense. El hincha, pese a saber como nadie de cuestiones de sentimientos, deja esto de lado; salvo, dicho está, que se trate de alguien de su equipo.

Podría buscarse el porqué a los insultos para Verón en lo que implicó su actuación en el Mundial asiático de 2002, donde fue señalado, después de Marcelo Bielsa, como responsable principal de lo que fue la mayor decepción de nuestro fútbol. Pero sin ese mismo peso encima, el mismo trato recibió en su regreso al país Cristian González, aunque en menor grado que el ex Sampdoria, Parma, Lazio, Manchester United, Chelsea e Inter. Lo propio conoció en su vuelta al pais Diego Simeone, cuando retornó para retirarse en Racing, el club al que alentaba en su edad escolar. En el caso del Cholo, en un muy mal momento del equipo, incluso parte de la propia hinchada académica lo hostigó; algo que con mayor dureza aún conoció Abel Balbo por parte del publico xeneixe cuando retornó al país para vestir la casaca de Boca.

El insulto más común para estos jugadores es "fracasado". Jugaron Mundiales, militaron en los clubes más importantes de las principales ligas y se aseguraron el porvenir económico de cuatro o cinco generaciones. Llegaron a la elite de lo que eligieron, pero el tipo común, que seguro no ocupa un lugar de privilegio en su tarea laboral, le grita "fracasado". Aunque, paradoja de las canchas argentinas, jugadores que tuvieron un mal rendimiento en las ligas europeas, como Martín Palermo o Ariel Ortega, no reciben el maltrato de quienes tuvieron del otro lado del Atlántico una tarea auspiciosa. Parecería un castigo al éxito, algo sobre lo que se han explayado varios hombres que se atrevieron a indagar sobre el ser argentino.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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