sábado, 5 de julio de 2014

A Sabella lo que es de Sabella

“Cruzamos el Rubicón”, anunció apenas conseguida la clasificación a las semifinales. Cuando Julio César atravesó el pequeño río que establecía el límite romano, dando inicio a la guerra civil, aseguró: “La suerte está echada”. Con otra cita histórica, Alejandro Sabella desatacó lo que significa que Argentina vuelva a estar entre los cuatro mejores de un Mundial después de 24 años, luego de que fuese subcampeón en Italia 90, aquella Copa del Mundo en la que Argentina se vinculó como nunca a la épica deportiva, embanderada detrás de trío compuesto por Diego Maradona, Sergio Goycochea y Claudio Caniggia.

La victoria ante Bélgica fue también un triunfo personal del entrenador, impecable en cada una de sus determinaciones. La disposición táctica inicial, los nombres para conformar el equipo en el comienzo del partido y los cambios posteriores fueron una cadena de aciertos. La influencia de los técnicos es innegable (a veces para bien de un equipo y otras para mal), y la de Sabella fue imprescindible en el cruce argentino del Rubicón mundialista.

Las titularidades de Sergio Romero y Marcos Rojo ya le habían dado la razón por los altos rendimientos de los dos futbolistas más cuestionados en la previa de Brasil 2014. Ante la ausencia del lateral por suma de amonestaciones, frente a Bélgica ingresó José Basanta, otro futbolista cuando no ninguneado también señalado con varios índices acusadores, y su rendimiento estuvo acorde a la exigencia. Pero esa no fue la única variante que hizo Sabella en la defensa. Sacó a Federico Fernández y puso a Martín Demichelis, con todo lo que implica para un entrenador cambiar a un central en un Mundial. El zaguero del Manchester City jugó bien, demostró su temple, y seguramente influyó para que Ezequiel Garay se destaque todavía más.

Pero el mayor movimiento lo hizo en el mediocampo, donde quitó a Fernando Gago y puso a Lucas Biglia para conformar un doble pivote central con Javier Mascherano, colosal una vez más. Ese módulo en el eje implicó una mayor responsabilidad para Ezequiel Lavezzi, que tuvo que hacer bien largo su recorrido por la banda, hasta aparecer en varias ocasiones como marcador lateral. La tarea táctica de Pocho fue de extrema pulcritud y el mérito de Sabella enorme al vislumbrar que podía lograr esa versión de de un jugador de ataque y convencerlo de realizarla.

En la consagración de México 1986, Carlos Bilardo encontró el equipo en los cuartos de final, cuando para enfrentar a Inglaterra dispuso los ingresos en el equipo titular de Julio Olarticoechea y Héctor Enrique. Sabella también armó su mejor conjunto en esa instancia del Mundial, aunque para las semifinales no podrá contar con el ancho de basto, Ángel Di María. El ingreso de Enzo Pérez para ocupar su lugar fue otro acierto de Sabella. Fideo, Lionel Messi y Mascherano componen el tridente de futbolistas irreemplazables en Argentina.

La Selección había dejado dudas en sus presentaciones anteriores, dudas que minimizó sustancialmente. El equipo tuvo momentos de zozobra ante los belgas, pero se mostró firme y compacto- ya no estuvo largo y quebrado entre líneas- consustanciado colectivamente y entregado a una tarea conjunta moviéndose acompasadamente. Como nunca pareció notarse que la prédica del entrenador había calado hondo. La aplicación de Messi en la marca es una muestra contundente.

Argentina está entre los cuatro mejores del Mundial; ante una mayor exigencia elevó su talla. Buena parte del mérito le corresponde a Sabella, el mismo que había equivocado el equipo en el debut y lo reconoció, el mismo que ideó a la perfección el triunfo en cuartos de final.
(Foto: AFP - Canchallena.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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