martes, 15 de enero de 2013

Rumbo perdido

El seleccionado argentino Sub-20 llegó al Sudamericano clasificatorio al Mundial de Turquía con un plantel de ostentosa ofensiva. Así era desde los nombres, pero no se ha reflejado en la cancha y la acumulación de talentos nunca logró plasmarse en un equipo. Y, sabido es, en el fútbol el caos impide el destaque. El equipo careció hasta acá de estructura colectiva, lo que generó una pesadísima hipoteca de cara al objetivo trazado.

Las derrotas con Chile en el debut y con Paraguay posteriormente marcaron el destino de los dirigidos por Marcelo Trobbiani. El empate con Bolivia ratificó el derrotero albiceleste, aunque todavía abriga una remota esperanza de acceder a la ronda final (necesita que Paraguay no le gane a Bolivia y vencer a Colombia por dos goles o más).

Tratándose de jugadores en formación (lo son también quienes ya debutaron en Primera y acumulan algunos partidos en la máxima categoría) la crítica debería contemplar los errores propios de la juventud. Ocurre que también se multiplicaron falencias en aspectos básicos, como la coordinación, la rotación, los relevos y los desmarques.

Los mejores logran su versión más destacada juntándose, no en la insistencia individual. Argentina estuvo mal en todas las fases del juego y la responsabilidad es de la conducción.

Antes Sergio Bastista, después Walter Perazzo y ahora Trobbiani. El seleccionado para menores de 20 años fue colocado en manos de entrenadores que no llenaban el formulario. La seguidilla de frustraciones excede quedarse en el camino de un Mundial o un Juego Olímpico, remite más bien a la pérdida de rumbo y la ausencia de una idea.

El recuerdo del trabajo de Néstor Pekerman y Hugo Tocalli expone todavía más las carencias. Se trató de un ciclo excepcional a partir de un cuerpo técnico que hizo todo lo que se podía hacer con juveniles: formaba, consolidaba a los precoces, gestaba futbolistas para la selección mayor y ganaba títulos.

Hay clubes que hace muchos años trabajan muy bien en divisiones inferiores; la AFA debería convocarlos para hacerse cargo de los seleccionados menores. Pero también hay un problema estructural y creciente en el fútbol argentino: cada vez más se busca a viejas glorias de las instituciones para dirigir las divisiones juveniles y éstos también hacen inferiores; pretender llegar a dirigir en Primera. Escasean los formadores. El fútbol argentino de base necesita una introspección que diagnostique problemas y encare un camino para superarlos.
(Fotos: Telam.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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