
Los empates con Bolivia y Colombia expusieron con más claridad algo que ya se había podido vislumbrar con anterioridad en el ciclo Batista: La Pulga queda atada a una propuesta laxa y aletargada. Se asemeja a una Ferrari atorada en un embotellamiento de alguna arteria del centro porteño. Marear la pelota hacia los costados y hacia atrás una y otra vez no implica ninguna virtud; el cuidado conservador es un demérito para los conjuntos que se pretenden protagonistas.
Frente al modesto combinado juvenil de Costa Rica, Messi se ubicó detrás de Gonzalo Higuaín, ariete albiceleste. Con grandeza y generosidad, fue el jugador más colectivo en una Selección que apuesta a la diferencia individual desde el poco apego del DT al trabajo táctico, algo preocupante en un fútbol donde los detalles son muchas veces la diferencia entre ganar y perder. Regaló pases con precisión quirúrgica, que eran dagas en el área rival; sin embargo, no parece conveniente transformar a un futbolista que hizo 53 goles en la pasada temporada en un asistidor.
Al margen de las contradicciones del entrenador, de las cuales la más evidente (y peligrosa de cara al manejo del grupo) fue la de señalar que consideraba a Tévez como Nº9 y que no estaba en sus planes para luego convocarlo y hacerlo titular como puntero izquierdo, lo más preocupante pasó por la conformación de la lista, absolutamente desbalanceada. De los siete mediocampistas que citó, cinco son volantes centrales y de los seis atacantes, cinco actúan de centrodelanteros. Entonces, cuando en apenas 180 minutos dejó de lado la idea a la cual había apostado en los 20 días en los que dispuso de los jugadores para preparar la competencia, encontró las limitaciones de su propia elección. De todos modos, le alcanzó ante la endeblez costarricense; la victoria fue inobjetable, pero el funcionamiento de acuerdo al material del que se dispone siguió lejos de ser destacable; más bien lo contrario. El próximo escalón, Uruguay en cuartos de final, implicará un desafío muchísimo más complejo.
Messi es el mejor jugador del mundo, sus ámbitos son el Barcelona y la Selección argentina. Pese al abismo de funcionamiento que hay entre los dos conjuntos, en ambos lo rodean cracks y muy buenos futbolistas. Ese es su mundo, la elite. ¿El entrenador argentino está capacitado para habitarlo?
(Foto: Elpais.es-Reuters)
Patricio Insua
patinsua@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario