martes, 19 de julio de 2011

Lo urgente y lo importante

Sergio Batista tiene un discurso vacío y los jugadores son los primeros en advertirlo; saben que están a las órdenes de alguien que no está calificado para el cargo. Son o fueron dirigidos por entrenadores como Joseph Guardiola, José Mourinho, Marcelo Bielsa, Alex Ferguson, Roberto Mancini y Rafael Benítez; entonces, la ineludible comparación con el DT argentino resulta insultante. Son futbolistas de elite y necesitan un técnico de elite, a quien respeten, admiren y obedezcan. Quienes creyeron a Batista a la altura de las necesidades son los principales culpables.

Las contradicciones en sus declaraciones públicas no pueden más que transmitirse hacia el interior del grupo. Tras la eliminación ante Uruguay negó una mala actuación de la defensa, cuando la dupla central compuesta por Nicolás Burdisso y Gabriel Milito había tenido un pésimo desempeño. Los zagueros cometieron faltas sistemáticas en los intentos de anticipo y en cada uno de esos tiros libres el juego aéreo oriental fue incontenible por falta de planificación para contrarrestarlo. En una nota en la revista El Gráfico, José Luis Brown contó que a Batista no le gusta trabajar con pelota detenida, algo decididamente preocupante y que no puede admitirse en el máximo nivel, en el cual muchas veces los detalles son definitorios. Y esas jugadas son más que detalles.

Argentina tiene abundancia de mitad de cancha hacia adelante, en las posiciones más cotizadas. Ahí el funcionamiento tuvo menos señalamientos por la jerarquía de nombres pesados. En cambio, en defensa había carencias y se necesitaba mayor dedicación. Por pereza o incapacidad (grave en ambos casos), Batista se encomendó al talento individual, a lo que pudiera producir Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, y sus satélites de brillo propio, Sergio Agüero, Gonzalo Higuaín, Carlos Tévez y Ángel Di María (ninguno titular en los cuatro partidos disputados). Nunca hubo un equipo. Armó la nómina para la Copa América con un criterio infantil, acumulando grandes delanteros y multiplicando volantes centrales, su posición en los lejanos tiempos de jugador. El resultado fue una lista previsiblemente descompensada, y cuando abandonó el único esquema que había ensayado en la previa del torneo se encontró sin variantes externas.

Batista no es el responsable de que el fútbol argentino se haya caído del mapa, de un deterioro sin precedentes. Su responsabilidad se cierne a la pobrísima performance en la Copa América de acuerdo a las herramientas de las que disponía. Ese mal rendimiento general sólo alcanzó para ganarle al juvenil seleccionado de Costa Rica.

Como alegoría de otros tiempos, Argentina se convirtió en una fábrica de virtuosos futbolistas, pero no logra la manufacturar un equipo real, con sustento colectivo y una estructura que potencie individualidades en lugar de encomendarse a ellas como único recurso. La penosa actualidad obliga a atender tanto lo urgente (un conjunto enclenque), como lo importante (si la Selección sigue siendo el buque insignia del fútbol nacional o crudamente un negocio al mejor postor). Porque si sólo se miran los síntomas sin profundizar en la causa de la dolencias, difícil será una mejora. No alcanza con placebos.
(Fotos: Telam.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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