martes, 15 de marzo de 2016

Adiós, Mariscal

Zaguero del equipo ideal del fútbol argentino de todos los tiempos, Roberto Perfumo ya era un mito en vida. Para todos, su muerte es la partida de un jugador de excepción; y para quienes tuvimos la suerte de tratarlo cotidianamente en el ámbito laboral significa la pérdida de una persona entrañable. En cada transmisión era uno más, sin ningún divismo, pero uno más al que jamás le faltaba una sonrisa o un comentario divertido. Era hipnótico escucharlo hablar con un café de por medio o en una sobremesa.

En el Racing multicampeón de la segunda mitad de los 60, en el Cruzeiro de Brasil, en el resurgir de River en los 70 y en la Selección argentina dejó una marca eterna. “Todos le dicen al jugador qué cosas debe hacer para convertirse en un profesional del fútbol. El problema es que, cuando le llega la hora del retiro, nadie le explica cómo dejar de serlo”, contó alguna vez. El retiro derivó en un tránsito depresivo que luego motorizó sus estudios de psicología social. Más tarde sumó algunas experiencias como técnico para luego dejar esa faceta. Sin un equipo a cargo, de todas maneras seguía muy conectado con el funcionamiento de los equipos y por eso llegó a ser instructor de FIFA.

“La verdad pasa por los futbolistas dotados de técnica, pero adaptados a una táctica”. “La práctica es lo único que hace aflorar el talento”. "Mejorar continuamente la técnica individual es la única forma que tiene un futbolista de aumentar su patrimonio, de hacerse más rico en técnica y en dinero”. Esas son algunas de las muchas sustanciosas frases que definían su mirada del fútbol.

Si su última versión como comentarista de partidos no era la mejor, vale entonces destacar que en los medios aportó una mirada diferenciadora desde su incursión a finales de los 70. Como analista del juego siempre se destacó, en radio, prensa escrita y televisión. Precisamente en la pantalla protagonizó uno de los mejor programas de análisis y entrevistas de los últimos años, Hablemos de fútbol, con Víctor Hugo Morales, en ESPN. Ahí patentó como saludo de despedida el clásico “abrazo de gol”.

La muerte lo sorprendió de repente, como ocurre tantas veces. Sus días transcurrían como siempre y su salud no había dado ninguna señal de alerta. Una de las habituales cenas con amigos marcó el desenlace, que llegaría tras una agonía que no se prolongó. Dejó su recuerdo para siempre, en letras de oro para la historia del fútbol, en una sonrisa de arrabal para quienes tuvimos la suerte de compartir tareas con él y en una vida de afectos con sus familiares y amigos.

Adiós, Mariscal.

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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