martes, 24 de mayo de 2011

El descenso no es un fantasma

Hace poco tiempo, Ángel Cappa se había detenido en lo inconveniente de considerar al descenso como un drama. Más recientemente, Roberto Pompei marcó el lugar que debería ocupar el fútbol en la vida que los hinchas, sin anteponerse a aspectos trascendentales, como la familia y el trabajo -o su carencia-. El ex técnico de Gimnasia y el todavía entrenador de Huracán hicieron foco con precisión sobre una cuestión que, en un fútbol de excesos, se vive con desmesura.

La fuerza de los sentimientos no puede medirse, pero la tristeza del descenso parecería instalarse con mayor intensidad que la alegría por la conquista de un campeonato. La frustración pesa más que la felicidad. Los medios también han jugado su parte al exacerbar la tristeza que significa perder la categoría postulándola como una pena mayúscula.

Si el Promedio es una injusticia para los últimos equipos ascendidos, obligándolos a sumar no menos de 45 puntos para mantenerse en Primera, el yugo de la permanencia para el resto de los clubes es tirado por los desatinos dirigenciales a lo largo de seis campeonatos. Los casos del Lobo y el Globo son paradigmáticos.

Es a los futbolistas, en tanto trabajadores, a quienes el devenir de un club les resulta determinante para sus vidas en una medida siempre importante, como lo es la del trabajo. Entonces, ganar o perder sí es relevante para el jugador; y descender puede volverse trascendental. Pero esa lógica, como marcó Pompei, no corre para el hincha y por eso la desventura de los colores del corazón no deberían vivirse con una decepción sobredimensionada. Al fin de cuentas, si se ama a un equipo, ese amor no debería variar en función de la categoría en la que esté, pese a las diferencias. El descenso no es un fantasma.
(Foto: Telam.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

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