
En un medio aplanado, la falta de talento se suple con rigor físico. Forjar la mejor puesta a punto desde la preparación atlética es un arma legítima, máxime cuando se cuenta con menos recursos que adversarios más calificados. Ocurre que esa imposición de la fuerza parece haber desembocado, en buena medida, en un círculo vicioso que terminó por volverla el punto indispensable en la conformación de un futbolista. En ese contexto, todavía, afortunadamente, quedan buenos resquicios por donde de se filtran quienes eluden esa lógica y brillan por su ductilidad.
Si existe una rasgo diferenciador en los jugadores argentinos habilidosos, un sello, una marca de agua, seguramente esté impresa en Eric Lamela, de River, y Ricardo Álvarez, de Vélez. Juveniles de gran despliegue y gambeta indescifrable, imponen su juego más desde sus aptitudes técnicas que desde su portento físico. Veloces y explosivos, esa virtud es complemento de lo que los distingue. Llegaron a Primera con el desarrollo corporal que hoy se impone como condición necesaria en las divisiones inferiores, pero la técnica siempre se mantuvo como su cualidad esencial.
Los caminos que recorrieron fueron muy distintos, pero ambos se vieron obligados a dar muestras de carácter. Lamela fue noticia a los 12 años cuando el Barcelona le ofreció a su familia un contrato de más de 100 mil euros anuales para que se instale en La Masía, la fábrica de talentos catalana. Tras un período de tensión, River hizo un desembolso para generar un precoz profesional del fútbol y mantenerlo en sus filas. Así, creció bajo miradas atentas y supo eludir esa presión para mantener su frescura. Distinto fue el derrotero de Ricky Álvarez, quien no encontraba lugar por su esmirriada contextura. Así fue que en las divisiones juveniles de Boca tenía escaso lugar porque “preferían jugadores más corpulentos”, según contó recientemente. Lejos de darse por vencido, se apoyó en su talento, que fue valorado en Liniers.
Lamela luce la mítica 10 de River y sus características lo emparenta con los clásicos organizadores de juego que en los últimos años se han mudado al lado del número cinco o al costado izquierdo. Vertical, inteligente para descargar e ir a buscar, y con buena visón periférica, procura terminar las jugadas; aunque desde su juventud pueda equivocar en ocasiones la opción más conveniente. Dispuesto desde los laterales del mediocampo también ha sabido marcar diferencias.
Álvarez tardó más que Lamela en asentarse. No encontraba su lugar en la cancha y la desazón le había costado incluso algunas tarjetas rojas. Las lesiones también hicieron su parte. Pero el contexto dado por un equipo de fuerte sustento colectivo, con un marcado sostén táctico y jugadores destacados, lo ayudó a encontrar pronto su mejor versión. Y la dio desde el centro de la cancha, como doble pivot central, y también desde las bandas para terminar las jugadas hacia adentro.
Lamela y Álvarez exponen un avance sostenido. Futbolistas de momentos y jugadas en sus primeras apariciones, sus tareas cada vez tienen más sustento. Destacados por la prepotencia de su habilidad, son certeros proyectos de crack.
(fotos: Telam.com.ar)
Patricio Insua
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