martes, 26 de octubre de 2010

Imbecilidad y falsa jactancia

Arsenio Erico es el máximo goleador de la historia del fútbol argentino: anotó 293 tantos, todos con la camiseta de Independiente. Seguramente sea la máxima gloria roja junto con Ricardo Enrique Bochini. Llegó a Avellaneda en 1934, luego de haber multiplicado sus festejos en Nacional, de Paraguay. Es que, 19 años antes, había nacido en Asunción. Por imbecilidad algunos, por pura ignorancia otros, el pasado fin de semana muchos hinchas intentaron insultar a los de Boca refiriéndose peyorativamente a ellos como paraguayos y bolivianos, como si quienes allí nacen, se desarrollan y viven fueran seres humanos de segundo orden. Fue un acto de xenofobia. Y no lo es menos entender que ser oriundo de un país limítrofe es un insulto.

Así se inició el clásico entre Independiente y Boca, que tuvo un primer tiempo entretenido y un complemento chato. Finalizado el encuentro se produjeron incidentes a la salida de la parcialidad visitante. La violencia en el fútbol remite al gobierno de los barras, la connivencia dirigencial, el amparo político y la oscuridad policial. A ese coctel se agregó un condimento particular: la estructura y las condiciones del estadio Libertadores de América. Pese a que el presidente del Rojo, Julio Comprada, se refiere a la inconclusa obra como el mejor escenario deportivo de Sudamérica, la realidad es que, como está, es uno de los peores de Primera División.

La popular visitante tiene una capacidad para 4.000 espectadores, pero solamente una boca de entrada y salida, por medio de una escalera que no supera los cinco metros de ancho. Allí se produjo el enfrentamiento entre barras xeneixes y la Policía. Con una única vía de desagote, si algún día el pánico generalizado se hace presente en ese sector habrá una tragedia.

La cancha está inconclusa desde hace cuatro años, pese a que Comprada asegura que no cesan los trabajos. La inauguró mucho antes de que pudiese utilizarse, con una finalidad política preelectoral, y tiempo más tarde las autoridades correspondientes la habilitaron cuando continuaba sin estar en condiciones. La venta de Sergio Agüero al Atlético Madrid, en casi 30 millones de dólares, iba a cubrir todos los gastos. No alcanzó. Ni siquiera fueron suficientes los alrededor de 50 millones de dólares que se recaudaron al agregar al traspaso del Kun los de Germán Denis y Oscar Ustari.

El Libertadores de América es una obra que no ha finalizado. Esto implica, entre otras cosas, encontrar con facilidad restos de material. Sólo faltaba un imbécil que se decidiese a arrojar un pedazo de hormigón, y eso fue lo que sucedió en el cotejo contra Defensor Sporting, por la Copa Sudamericana, para que el arquero uruguayo Martín Silva terminase con la cabeza abierta.

Independiente cuanta con abonados que pagaron un alto precio para reservarse su ubicación en una platea durante todo el año. Pese al suculento desembolso, si llueve se mojan. En el mejor estadio de Sudamérica. Acudir al escenario de Cordero y Alsina en una jornada lluviosa ayuda a ver las deficiencias estructurales.

La gran mayoría de los hinchas de Independiente sigue la línea de su presidente y se golpea el pecho con el falaz postulado de habitar un escenario sin igual. Seguramente varios de ellos saben, interiormente, que se ha tratado de una estafa en varios sentidos. El estadio Libertadores de América es aún una promesa alejada de su concreción.
(Foto. Canchallena.com)

Patricio Insua
pinsua@gmail.com

martes, 5 de octubre de 2010

El cruce entre Falcioni y Cappa

Consumado el 2 a 2 entre Banfield y River, Ángel Cappa sintetizó el juego de su rival en un equipo que busca faltas para ejecutarlas con la precisión de un gran lanzador como Walter Erviti y que “tira centros hasta con el arquero”, para luego agregar que en el segundo tiempo no pasó la mitad de la cancha. El entrenador millonario dirige hace más de 20 años y su discurso siempre fue el mismo, con lo cual es sencillo darse cuenta que cuando mencionó esos recursos lo hizo con desdén, despreciándolos y minimizándolos. Pese a que los dos goles que convirtió su equipo en el estadio Florencio Sola llegaron con pelotas aéreas.

Con una retórica siempre muy rica y prolija, Cappa se transforma en uno de los personajes más agresivos del fútbol argentino a partir de la descalificación sistemática a sus rivales cuando estos ejecutan ideas que no son las suyas. Menciona en reiteradas oportunidades que “River juega al fútbol”. Parece una verdad de Perogrullo: eso es lo que hacen cada uno los clubes que participan de todos los campeonatos del país. Ocurre que lo dice porque acuña el anacrónico concepto de “anti-fútbol”; si señala que sus dirigidos juegan al fútbol es porque otros elencos no lo hacen y así pretende quitarles entidad.

Falcioni acusó el golpe y salió a responder. En su réplica cometió un error al señalar que mientras que él con su receta había salido campeón, Cappa no lo logró. La división entre ganadores y perdedores nunca es una argumentación válida en un intercambio de posturas. Ganar no hace a alguien valioso y perder no vuele al otro descartable. El propio Falcioni era ya un técnico destacado antes de lograr el título en el Apertura 2009. De todos modos tuvo el tino de no menospreciar el juego de River, aunque sí ironizó que Cappa entre tanta lectura no había visto los videos de Banfield y por eso Víctor López marcó el segundo gol de cabeza desde una posición que ocupa habitualmente. “Estoy podrido de la gente que falta el respeto y menosprecia el trabajo”, concluyó.

Falcioni y Cappa encarnan filosofías futbolísticas diferentes. Parten de premisas distintas para llegar al mismo fin, la victoria. A unos les gustará más una propuesta y algunos preferirán la otra. Lo que no puede tener lugar es la descalificación al adversario, el desprecio por lo que es ajeno y un discurso que, por más puntilloso que sea en su elaboración, se vuelve tan agresivo como los peores insultos.
(Fotos: Canchallena.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com