Cuando transcurrieron 14 fechas de la eliminatoria sudamericana y solamente quedan cuatro partidos para finalizar la clasificación, Argentina está fuera de zona Rusia 2018. Incómoda en la quinta posición, ocupa la plaza que otorga la última chance, la del repechaje.
La primera doble fecha del año fue por demás preocupante: victoria 1-0 ante Chile con un muy mal desempeño y derrota 2-0 frente a Bolivia sin Lionel Messi, sancionado de oficio por la FIFA pocas horas antes del encuentro en La Paz con cuatro partidos de suspensión. De no ser por el penal que el árbitro brasileño Sandro Ricci le obsequió al equipo de Edgardo Bauza en el pésimo campo de juego del estadio Monumental y el capitán argentino ejecutó con su jerarquía, el Mundial hoy estaría vinculado a difícil anhelo y no a un objetivo concreto.
Con el mejor jugador del mundo y futbolistas de ataque adquiridos por los más poderosos clubes de Europa en decenas de millones de euros, Argentina podría jactarse de tener un dispositivo ofensivo inigualable. En cambio, hizo 15 goles en los 14 encuentros y apenas supera en el rubro a Bolivia y Paraguay. Antes del triunfo ante Colombia, Bauza aseguró que no se trataba de un tema que le preocupase. Lo dijo antes y después de garantizar que Argentina será campeón del mundo el año próximo. Las declaraciones del técnico, con idas y vueltas (como en el tema Mauro Iccardi) y posiciones llamativas (como calificar de “brillante” el partido ante Chile) sólo pueden entenderse en un hombre que se siente presionado y acorralado.
El fútbol no es solo el juego, hay otros componentes que no deben desestimarse. Algunos jugadores parecen haber quedado irremediablemente afectados por las tres finales perdidas consecutivamente. La lista la lidera Gonzalo Higuaín, que carga con al menos un estigma de cada una de esas tres definiciones. Los futbolistas deben llegar a la Selección por lo hecho en sus clubes, pero el lugar en el equipo nacional se tiene que sostener por lo hecho vestido de celeste y blanco.
Bauza fue elegido en el cargo por descarte y bajo su conducción el equipo involucionó. Dirigió en eliminatorias ocho encuentros, la misma cantidad que Tite, en quien buscó socorro Brasil cuando comenzó a verse fuera del Mundial. La comparación es dolorosa. El primero sumó 11 puntos, su equipo marcó ocho goles y recibió diez; mientras que con el ex DT de Corinthians, el Scracht se quedó con los 24 puntos que disputó, hizo 25 goles (varios de alta costura) y apenas le convirtieron dos.
La primera doble fecha del año fue por demás preocupante: victoria 1-0 ante Chile con un muy mal desempeño y derrota 2-0 frente a Bolivia sin Lionel Messi, sancionado de oficio por la FIFA pocas horas antes del encuentro en La Paz con cuatro partidos de suspensión. De no ser por el penal que el árbitro brasileño Sandro Ricci le obsequió al equipo de Edgardo Bauza en el pésimo campo de juego del estadio Monumental y el capitán argentino ejecutó con su jerarquía, el Mundial hoy estaría vinculado a difícil anhelo y no a un objetivo concreto.
Con el mejor jugador del mundo y futbolistas de ataque adquiridos por los más poderosos clubes de Europa en decenas de millones de euros, Argentina podría jactarse de tener un dispositivo ofensivo inigualable. En cambio, hizo 15 goles en los 14 encuentros y apenas supera en el rubro a Bolivia y Paraguay. Antes del triunfo ante Colombia, Bauza aseguró que no se trataba de un tema que le preocupase. Lo dijo antes y después de garantizar que Argentina será campeón del mundo el año próximo. Las declaraciones del técnico, con idas y vueltas (como en el tema Mauro Iccardi) y posiciones llamativas (como calificar de “brillante” el partido ante Chile) sólo pueden entenderse en un hombre que se siente presionado y acorralado.
El fútbol no es solo el juego, hay otros componentes que no deben desestimarse. Algunos jugadores parecen haber quedado irremediablemente afectados por las tres finales perdidas consecutivamente. La lista la lidera Gonzalo Higuaín, que carga con al menos un estigma de cada una de esas tres definiciones. Los futbolistas deben llegar a la Selección por lo hecho en sus clubes, pero el lugar en el equipo nacional se tiene que sostener por lo hecho vestido de celeste y blanco.
Bauza fue elegido en el cargo por descarte y bajo su conducción el equipo involucionó. Dirigió en eliminatorias ocho encuentros, la misma cantidad que Tite, en quien buscó socorro Brasil cuando comenzó a verse fuera del Mundial. La comparación es dolorosa. El primero sumó 11 puntos, su equipo marcó ocho goles y recibió diez; mientras que con el ex DT de Corinthians, el Scracht se quedó con los 24 puntos que disputó, hizo 25 goles (varios de alta costura) y apenas le convirtieron dos.
Argentina se jugará su lugar en la Copa del Mundo ante Uruguay, en Montevideo; frente a Venezuela y Perú como local y con Ecuador en Quito. Todavía es una incógnita saber en cuántos de esos encuentros se contará con Messi, de acuerdo a si se le reduce la sanción o a la posibilidad de computarle parte de la pena en las próximas fechas FIFA. Bauza no muestra reflejos tras los golpes recibidos. La clave pasa por saber si tiene con qué revertir esta crisis.
(Foto: Lanacion.com.ar)
Patricio Insua
patinsua@gmail.com