martes, 31 de marzo de 2015

Las sanciones requieren de escalafón

En el fútbol argentino de Primera División las penas perecen haberse estandarizado, para los clubes y para los jugadores. Cualquiera sea el hecho violento que acontezca en un estadio, lo que seguirá no irá más allá de un encuentro de clausura para el público; y ante una tarjeta roja para un futbolistas, es una rareza que la suspensión exceda las dos fechas. No todas las faltas son iguales, motivo por el cual las sanciones deberían ser disímiles según cada caso. Algo elemental no lo es.

Es discutible si hacer que una institución juegue a puertas cerradas es el castigo que corresponde; pero, más allá de esa cuestión, es lo que está instalado. En este sentido, no se debe tomar con la misma gravedad que un espectador arroje un proyectil, como ocurrió en Godoy Cruz-Lanús, a que un grupo de personas arremeta contra la Policía y destruya un patrullero, que fue lo que aconteció en el trunco encuentro entre Arsenal y Aldosivi. Entonces, la medida disciplinaria que se tome no puede ser la misma en ambos casos.

Los graves incidentes ocurridos en Sarandí exponen además la falta de capacidad para evitar estos hechos o para repelerlos en el marco de una democracia una vez desatados. Un club familiar, de baja convocatoria y que disputaba un encuentro en un día hábil y en un horario laboral fue el marco de un caos vandálico. Cabe preguntarse entonces qué sucedería si lo mismo ocurriese con un equipo que moviliza a decenas de miles de personas.

En lo que respecta a los futbolistas, también las penas se han igualado. La gran mayoría de las veces, la suspensión por una expulsión es de una fecha, y en algunos casos se llega a dos. Otra cosa es excepcional, como lo será la pena que recaiga sobre Agustín Orión, que tuvo un profuso tratamiento mediático. El arquero de Boca estará afuera de las canchas entre cuatro y seis fechas por una temeraria salida que le causó a Carlos Bueno, delantero uruguayo de San Martín de San Juan, una fractura de tibia y peroné.

Antes las penas eran más duras y de tratamiento heterogéneo en lugar de ser igualadas todas con el mismo rasero. En el año 1967, Narciso “El Loco” Doval fue sancionado por la AFA con un año de suspensión por haberle tocado la cola a una azafata en un vuelo a Mendoza; un hecho de valor anecdótico, pero que expone lo impensable que se vuelve hoy imaginar que pueda salir de Viamonte una pena siquiera parecida.

Es elemental al impartir justicia que cada falta tenga un tratamiento y una sanción particular, como también es básico que los clubes no sean juez y parte. En el fútbol de la máxima categoría también deberían primar estos principios.
(Foto: Ole.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com