martes, 27 de julio de 2010

Pese al maquillaje, Maradona fue echado

El ciclo de Diego Armando Maradona, finalmente, tuvo la formalización de su conclusión y Julio Humberto Grondona seguirá jactándose de la falacia de nunca haber despedido un técnico de la Selección. La AFA comunicó que no fue necesaria una votación, sino que por decisión unánime el Comité Ejecutivo en pleno decidió no ofrecerle la renovación al cargo. Circo de una institución putrefacta desde sus cimientos. La determinación, como siempre, fue exclusiva potestad del máximo dirigente del fútbol nacional, pero se escondió; no puso la cara como en la pomposa asunción, menos de dos años atrás, y dejó el anuncio en manos del histriónico Ernesto Cherquis Bialo, que pocos días antes había asegurado que se le ofrecería a Maradona una renovación por cuatro años y sin condicionamientos.

La actitud cobarde de Grondona no se limitó sólo a la pantomima de escudarse en el Comité Ejecutivo. Un día antes había estado reunido con Maradona y lo acorraló imponiéndole que prescinda de sus colaboradores, objetándole no ya a los más cercanos, como sus ayudantes de campo y preparador físico, sino, aunque resulte inverosímil, hasta al masajista y el utilero, que incluso no fueron llevados por él, sino que trabajaban en el predio de Ezeiza desde hacía más de una década. Si la AFA, es decir Grondona, había decido pasar de Maradona lo tendría que haber hecho de frente y no con la perversidad y falta de respeto con la cual trataron a la máxima gloria de la historia del fútbol mundial.

A fin de cuentas, Grondona utilizó la misma lógica de evasivas que cuando lo fue a buscar con infinita más demagogia que convencimiento. Nunca de frente, siempre elípticamente, erosionó el trabajo de Maradona desde el comienzo. Las primeras medida fueron designar a Carlos Salvador Bilardo como Director General de Selecciones Nacionales, no como apoyo sino con ánimo de control, y acotarle la potestad de armar su propio cuerpo técnico, situación inédita en los últimos 30 años del seleccionado. Esa situación desgastó los primeros seis meses de Maradona como entrenador nacional. Ocurre que jamás confió en él.

El frente interno quedó al desnudo cuando, tras las histórica derrota ante Bolivia, Humberto Grondona, en el nombre del padre, salió a cuestionar duramente al entrenador. Otro episodio repugnante de la AFA, fue cuando dio lugar y no repudió una misiva del entonces presidente de River, José María Aguilar, en la cual se cuestionaba la salud mental del entrenador y se pedía detalles de sus honorarios. Esa había sido la reacción ante el comentario de Maradona, a todas luces ciertas, del decrépito estado del Monumental, en sus instalaciones y su campo de juego. Desde el primer día, Grondona fue maquiavélico con Diego.

Para hacer todo de la manera más impresentable posible, la AFA le pidió a Maradona que elabore la lista para el cotejo amistoso ante Irlanda del 11 de agosto, el cual será dirigido por Sergio Batista. Establecer un interinato, aunque más no sea de un partido, es una medida que atrasa 40 años.

Maradona cometió errores, varios. Se le señaló en reiteradas ocasiones como principal objeción su falta de experiencia. Ahora que pudo hacerla, en un período intensivo de 20 meses, con un Mundial incluido y los obstáculos internos que debió sortear, hubiese sido bueno aprovechar esa vivencia. Pero Maradona ya no está. En cambio, Grondona sigue ahí. Impertérrito, se sacude con enorme facilidad todas las responsabilidades que le caben, que son las que tiene que ver con los peores males del fútbol argentino. Todos pasan, él siempre queda.
(Foto: Telam.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 20 de julio de 2010

Riquelme, presión y demagogia

Es un estratega, dentro y fuera de la cancha. Piensa, mide y ejecuta con precisión de cirujano en el rectángulo de juego; elabora, apunta y espeta con grueso calibre cada vez que tiene un micrófono delante. Sus palabras nunca son vacías, siempre tienen un destinatario y la certeza del efecto que causarán. A veces lo hace de modo directo, muchas más con la necesidad de una lectura entrelíneas. Las últimas declaraciones de Juan Román Riquelme apuntaron a la Comisión Directiva de Boca para que cedan a sus imposiciones para renovar contrato.

Calculador, entiende perfectamente quién está del otro lado. Conoce muy bien la debilidad del presidente Jorge Amor Ameal y el costo político que le implicaría la salida del ídolo. El año próximo habrá elecciones y, pese a su mala gestión, el actual titular xeneixe pretende continuar en el cargo. Así, tensa la soga y presiona. Entonces reclama un contrato inviable no sólo para Boca, sino para cualquier club de fútbol argentino; pero, demagógico, grita su amor por el club como premisa fundamental.

Riquelme tiene el derecho de ponerle el precio que crea a su trabajo. Pero eso es incompatible con su profesado amor al club, simplemente porque el dinero que pretende implica un daño para la institución. En los hechos antepone su condición de futbolista profesional, pero hacia afuera asegura que prima lo emocional. Una mirada hacia La Plata le serviría para entender lo que implica realmente un vínculo en el cual lo económico está condicionado por lo afectivo.

El último contrato de JR le costó a Boca más de 10 millones de dólares. Un cifra similar es la que pretende por una renovación que exige sea por cuatro años. Tuvo una última temporada en la cual su rendimiento no fue bueno. No se sabe si podrá jugar en lo que queda de este año por la lesión de la que se recupera en una de sus rodillas y en el último año del nuevo vínculo pretendido la cédula marcará 36 abriles. Si el costo es altísimo per se, la proyección de las prestaciones del N° 10 lo elevan aún más.

Los clubes argentinos firman contratos inviables, un mal endémico del fútbol nacional. Los dirigentes deberían explicarle a los socios de los clubes los motivos por los cuales hay circunstancias imposibles afrontar pese al deseo de concretarlas. Ese sería un correcto proceder, sin pensar en el rédito personal, sino en cumplir con el mandato que se les dio de cuidar la buena marcha institucional. Por su parte, los hinchas tienen que ver más allá de lo que ocurre dentro de la cancha.

En el caso de Boca, el agradecimiento por lo hecho en el pasado no tiene porqué tomar forma de contrato exorbitante. Riquelme sabe que con utilizar su talento a cuentagotas le alanza para que la Bombonera brame por su figura, conoce que ante técnicos y dirigentes tiene el manejo de la situación. Su amor por el club seguramente sea cierto, solamente debería reconocer que corre detrás de su interés laboral.
(Foto: Labombonera.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 13 de julio de 2010

El mejor del mundo fue el mejor del Mundial

España llegó a Sudáfrica con el favoritismo ganado a partir de sus actuaciones en los últimos tres años, pero con una débil historia mundialista. Su mejor registro se remontaba 60 años atrás, con el cuarto puesto en Brasil 1950. Pero ni el peso de la candidatura, ni los pobres antecedentes en la máxima cita, ni tampoco el comienzo con derrota ante Suiza (se convirtió en primer campeón que cayó en el debut) hicieron mella en el conjunto de Vicente del Bosque, que ratificó con el trofeo más deseado su condición de mejor Selección del mundo.

España y Holanda fueron los mejores de Sudáfrica 2010 y llegaron a la final merecidamente, lo que garantizaba un campeón incuestionable desde los méritos. Pero el partido decisivo resultó, como ocurre tantas veces, definitivamente olvidable. Ninguno de los dos entregó siquiera una muestra de los argumentos que los habían llevado a estar ese domingo en el Soccer City de Johannesburgo. De los ibéricos se recordará el agónico gol de Iniesta, a los 116 minutos de juego, y de los Tulipanes su juego violento.

No fue un campeón brillante. Se distanció de auqel andar que cuando conquistó la Euro 2008, el punto más alto de una generación como la que nunca tuvo el fútbol español. Fue en la historia de la competencia el consagrado con menor cantidad de goles a favor: apenas 8 en siete partidos. Ganó todos sus encuentros eliminatorios 1 a 0, convirtiéndose en la primer equipo en cerrar su arco tras la primera fase y hasta alzar la copa. Fue El campeón más rentable, como tituló Diego Torres Romano su gran nota en el diario El País.

Su mejor actuación fue en la semifinal ante Alemania, en la cual ganó con mucha mayor claridad que la que reflejó el 1 a 0 final conseguido con un gran cabezado de Carles Puyol tras un corner. Le cerró todos los caminos y no abusó del intrascendente toque lateral que muchas veces lo hizo un equipo laxo. Manejó a voluntad a uno de los mejores equipos del Mundial y a un grande histórico, que disputó siete finales y en seis de los últimos ocho mundiales se ubicó entre los cuatro mejores.

Tuvo en Casillas, su capitán, un arquero que respondió a lo grande cuando más se lo necesitó. Los catalanes Puyol y Piqué constituyeron un aceitadísima zaga central, mientras que Ramos se mostró como un lateral com ADN brasileño y Capdevila hizo lo suyo del otro lado. Otra sociedad blaugrana, fue el motor del equipo: se trató de la que constituyeron Busquets, Iniesta y Xavi. Un vasco, Xabi Alonso, fue el equilibrista de ese mediocampo. Adelante, la frescura de Pedro -otro más del Barcelona- y la potencia goleadora de Villa completaron un equipo bien definido. Con esa base, apoyada en el Barcelona de Joseph Guardiola, España se convitió en el octavo campeón del mundo, junto con Brasil, Italia, Alemania, Argentina, Uruguay, Inglaterra y Francia.

La consagración de España es la coronación de un proyecto sostenido en el tiempo. Claro que no fue la única que lo tuvo, pero sólo había lugar en lo más alto para uno. Es justo que haya sido La Roja. El triunfo implicó, además, el punto más alto del impresionante crecimiento del deporte español, que inició una política al respecto cuando más de 20 años atrás el Comité Olímpico Internacional le dio a Barcelona la sede de los JJOO de 1992.

Mientras tanto, el fútbol argentino sigue empantanado en una discusión sobre estilos ficticia y anacrónica. Cuatro años atrás, con el título de Italia en Alemania 2006, de un lado se golpeaban el pecho señalando que ésa era la verdad del fútbol. Ahora, del otro, proponen a esta España como un equipo que le puso manija a la pelota. Exageraciones, abundantes. Superar esa falsa antinomia, entender que no es esa Italia o esta España, sino Italia 2006 más España 2010, que no es el Barcelona de Guardiola o el Inter de Mourinho, sino Pep más Mou ampliará el horizonte miope. El fútbol es superación y no contraposición; todos los sistemas y todas las ideas tienen virtudes y defectos, se trata, a fin de cuentas, de nutriste de lo bueno y prescindir de lo otro.
(Foto: Efe.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 6 de julio de 2010

La eliminación es el árbol

Argentina se fue de Sudáfrica 2010 con el dolor de la desilusión y el ardor de una derrota lacerante. El 4 a 0 ante Alemania por los cuartos de final significó una de las peores caídas de la historia del conjunto nacional en la Copa del Mundo y lo volvió a dejar afuera de la mesa chica, una constante de los últimos 20 años. La eliminación, con sus matices, no deja de ser un eslabón más de una larga cadena. El árbol que no debe tapar el bosque.

Consumado el final, arrecieron las críticas al planteo de Diego Maradona y, en muchos casos, las descalificaciones a su capacidad como estratega del equipo. Los técnicos siempre tienen sus razones, aunque los observadores no las comprendamos. Son, indudablemente, junto con los jugadores, los más interesados en ganar y los más dolidos a la hora de la derrota. Ocurre que entrenadores y futbolistas ejercen profesiones que muchos creen trasparentes, simples, sin secretos. Alguna vez, Marcelo Bielsa señaló que el fútbol está lejos de ser algo sencillo y encierra grandes complejidades.

En una nota radial, Alejandro Mancuso, ayudante de campo de Maradona, aseguró que habían visto todos los partidos de Alemania en Mundial para estudiar sus movimientos y contrarrestarlos (señaló que habían trabajo mucho en centros como el que abrió el marcador), que habían repasado el amistoso disputado en marzo y la tarea del equipo ante México. Entonces, tras esa evaluación, decidieron repetir el equipo del partido anterior. Explicó lo que habían pensado para cada instancia del juego y reconoció que el prematuro gol a los dos minutos hizo añicos la planificación previa y que el equipo no pudo volver a acomodarse en la cancha.

Ante Alemania, la Selección padeció mucho en defensa. Durante todo el ciclo no se pudo conformar una línea de fondo que garantizase solidez, algo que se presenta como una condición necesaria para las grandes citas. Aunque, en este Mundial, a diferencia de Alemana 2006, donde llegaron a la final las dos selecciones que mejor se blindaron atrás, ninguna de las Selecciones que quedan en la disputa por el título se destaca por una férrea defensa.

Sin embargo, aunque parezca paradójico ante un 0-4, el punto más débil estuvo en el ataque. Con los mejores delanteros de la Copa del Mundo, Argentina había invertido la premisa que reina en el fútbol y se hizo fuerte de adelante para atrás. Parecía que era imposible que terminase un partido sin convertir un gol y mucho menos sin crear situaciones de peligro. Pero eso fue lo que sucedió ante los germanos: el equipo logró avanzar por momentos en el terreno, pero nunca generó real riesgo de cara al arco rival.

De todos modos, al margen de las falencias en las distintas facetas del juego, fue llamativa la actitud del equipo tras el segundo gol. Pese a que aún quedaban más de 25 minutos por jugarse, el equipo se dio por vencido prematuramente; no tuvo ímpetu ni rebeldía para buscar revertir una situación desfavorable. Se entregó mansamente, en una actitud muy poco habitual en los futbolistas argentinos.

En Brasil 2014 la cuenta se habrá estirado a 24 años sin colocarse en instancias definitorias de la Copa del Mundo, sin lograr superar el corte de los cuartos de final. Se trata, evidentemente, de un problema estructural. El fútbol argentino vive del mito, de la gloria añeja, lo que genera una distorsión de la realidad; comenzó a recorrer el mismo camino que Uruguay transitó cuando ya aparecían lejos en el horizonte las consagraciones olímpicas de 1924 y 1928 y las conquistas mundiales en 1930 y 1950. En buena medida, el gol de Diego a los ingleses opera de Maracanazo.

Argentina es un país productor y vendedor de buenos talentos; un generador de materia prima de gran calidad que no logra un producto final acorde. Integra el póquer de potencias junto con Brasil, Italia y Alemania, pero hace rato está cada vez más lejos de éstos y más cerca de los que asoman detrás. Se impone una revisión conceptual, una introspección profunda en lo que respecta al juego. Y es imperante la necesidad de erradicar a una dirigencia podrida, que se preocupa por organizar tours de lujo para sus miembros, pero terceriza los amistosos para que la Selección se enfrente con países periféricos en el mapa futbolístico y llenar vaya a saberse qué bolsillos; o es incapaz de conseguir un charter para que un plantel cotizado en millones de euros viaje nada menos que a un Mundial. Son muchas las cosas que deben comenzar a cambiar.
(Foto: Telam.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com