lunes, 30 de marzo de 2009

La selección crece a partir de su propia confianza

El pasado sábado, la selección argentina cumplió con la premisa fundamental que exigía el encuentro por Eliminatorias ante Venezuela en el Monumental: ganar con claridad. Lo expuso en el marcador final y en el trámite del encuentro, a partir de un equipo fuertemente convencido. Fue la respuesta a un público que colmó el estadio luego de hacer extensas colas para pagar el elevado costo de las entradas y marcó muy altas mediciones en las transmisiones televisivas. Desde la llegada de Diego Armando Maradona a la dirección técnica, el conjunto nacional construye una nueva y definida identidad y ha recuperado ese especial valor emocional que la supo caracterizar. Esto es claramente recibido por la gente y de ahí tanto apoyo y entusiasmo.

Fue, en líneas generales y pese a la modestia del rival, otra nota positiva para la Selección. La contundencia de un 4 a 0 puso de manifiesto las diferencias entre dos conjuntos con fuerzas por demás desiguales. Buen ritmo y verticalidad, sin caer en el manejo lateral excesivo, fueron las cartas de un equipo que necesitó de los primeros minutos del partido para acomodarse con firmeza en el campo y entonces sí exponer su contundencia.

El entrenador tomó riesgos y asumió responsabilidades en el armado defensivo del equipo. Ratificó en el arco a Juan Pablo Carrizo, quien llevaba más de dos meses sin competición oficial en la Lazio, donde es suplente. Armó una línea de tres en la cual Marcos Angeleri, debutante como titular después de haber jugado sólo unos minutos en la victoria ante Francia, actuó de líbero y los stoppers fueron Javier Zanetti, que pese a su polifuncionalidad nunca había actuado en esa posición, y Gabriel Heinze, el hombre más discutido de las últimas convocatorias. Ese esquema fue un acierto del entrenador: funcionó correctamente, aunque, es cierto, ante un rival de baja jerarquía y en un partido que quedó definido a los tres minutos del complemento con el segundo gol argentino, anotado por Carlos Tévez, de muy buen partido.

Nuevamente quedó de manifiesto el acierto de Maradona de armar la Selección a partir de Javier Mascherano, el hombre más importante del equipo, y Lionel Messi, el mayor talento, el más desequilibrante, del mundo futbolístico. La Pulga recibió, además, un espaldarazo con un tremendo valor simbólico al vestir la camiseta número 10, recibiéndola de quien la hizo leyenda. Y tanto el jugador del Liverpool como el del Barcelona han encontrado a sus complementos perfectos en la clase Fernando Gago y la enjudia Tévez, respectivamente. Ellos conforman el cuarteto que resume todo lo que es esta Selección.

La cuestión que no termina de resolverse es la del centrodelantero. Está claro que Sergio Agüero, pese a su gran categoría y valioso presente en el Atlético de Madrid, no siente la posición de ser cabeza de ataque. Así como Jonás Gutiérrez, un jugador sin marketing, apareció como una buena opción para jugar por la banda izquierda (aunque no tuvo una buena actuación ante los venezolanos), sería bueno que juegue de nueve alguien con más oficio en esa posición, como podrían serlo Diego Milito, Germán Denis o Gonzalo Higuaín.

El miércoles será momento de enfrentar a Bolivia, un seleccionado que no estará el año próximo en el Mundial de Sudáfrica. Será, sin embargo, un encuentro complicado a partir de que el conjunto del altiplano jugará ante el equipo de Maradona –para lo cual reservó a varios de sus titulares en el encuentro de este último fin de semana ante Colombia- y pesará la dificultad de adaptación que implica jugar en La Paz, ciudad situada a 3.600 metros sobre el nivel del mar.

Con Maradona, la Selección recuperó la mejor versión de sus jugadores y la pasión de su público. Eso nace naturalmente de lo que transmite quien fue el mejor futbolista de la historia, que vestido con la camiseta de argentina se brindó como nadie al jugar con un tobillo destrozado, hacer interminables viajes para no dejar de estar y -ya instalado para siempre en la idolatría absoluta- no ocultar sus lágrimas ante el dolor de la derrota. Es un equipo con otra mentalidad y en la cual los protagonistas se sienten a gusto, algo que evidentemente no ocurría con Alfio Basile. Hay aspectos que deberán mejorarse, pero el equipo avanza a paso firme a partir de la seguridad en sus condiciones y de todo lo que siempre despertará Diego.
(Foto: PrensaLibre.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

miércoles, 25 de marzo de 2009

Con Tinelli, San Lorenzo gana en lo deportivo y pierde en lo institucional

El lunes por la noche, la Comisión Directiva de San Lorenzo se reunió en su sede de Avenida de Mayo al 1300 de para definir si ratificaban a Miguel Ángel Russo al frente del equipo o lo despedían. Sin resolución, al día siguiente, también en horario nocturno, los dirigentes volvieron a juntarse, pero esta vez el lugar de encuentro fue el edificio de la productora Ideas del Sur, propiedad de Marcelo Tinelli, y entonces sí quedó definido que el entrenador continuará en su cargo hasta el 30 de junio.

Hace rato que ninguna decisión importante en el club se realiza sin la aprobación del exitoso conductor televisivo. Confeso desde siempre como hincha de San Lorenzo, sus ayudas al club se han convertido también en una amenaza para el funcionamiento de la institución en tanto sociedad civil.

De no ser por sus aportes económicos, el club no podría haber contado en los últimos tiempos con los cotizados jugadores y entrenadores de los que dispuso. Esa inyección económica externa para sumar recursos que de otra manera serían inaccesibles no es lo ideal, pero lejos está de ser una actitud cuestionable como sí lo es vender un futbolista que es patrimonio del club a grupos empresarios que poco después hacen fabulosos negocios colocándolos al exterior. El principal problema de contar con jugadores aportados desde afuera es la volatilidad, el paso efímero, como lo fue la para el Ciclón el caso de Andrés D´Alessandro.

Que importantes reuniones de Comisión Directiva se realicen en sus oficinas y que su voz en las decisiones más trascendentales tenga más peso que la del propio presidente Rafael Savino significan un daño para el club. Tinelli tenía hasta acá un cargo de Director de Marketing y ahora se transparenta un poco su influencia al pasar a formar parte del Consejo de Fútbol Profesional.

Así como los futbolistas que llegaron por sus aportes ayudan mucho a elevar la categoría del equipo (aunque ahora no estén rindiendo y no se den los resultados), ser el poder real a partir de actuar un como monje negro o un gerenciador encubierto daña la institucionalidad de San Lorenzo. El empresario debería respectar el escalafón del club y ser la máxima autoridad sólo si así es la voluntad de los socios, expresada en asamblea o elecciones.
(Foto: Primiciasya.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

lunes, 23 de marzo de 2009

Rebelión en la granja

En las siete fechas que se llevan disputadas del torneo Clausura 2009, seis técnicos renunciaron –por decisión propia o forzados a hacerlo- y otros dos podrían seguir el mismo camino próximamente. La lista la componen Juan Manuel Llop (Racing), Omar Labruna (Gimnasia de Jujuy), Gustavo Alfaro (Rosario Central), Leonardo Astrada (Estudiantes), Miguel Ángel Santoro (Independiente) y Jorge Burruchaga (Banfield). En tanto, no sería de extrañar que a muy corto plazo Argentinos Juniors y San Lorenzo observasen las idas de Claudio Vivas y Miguel Ángel Russo, respectivamente. En algunas instituciones las salidas anticipadas son ya cuestiones estructurales en los últimos tiempos. En Independiente se fueron antes de lo pactado Daniel Bertoni, César Luis Menotti, Julio César Falcioni, Burruchaga, Pedro Troglio, Claudio Borghi y ahora Santoro. Antes de Alfaro, Rosario Central tuvo las prematuras salidas de Astrada, Néstor Gorosito, Carlos Ischia, Leonardo Madelón y Pablo Sánchez. Por su parte, en Banfield hace 4 años que un técnico no completa su contrato. Más grave aún es lo de Racing, donde el desfile de técnicos es una cuestión crónica.

La novedad en muchos de estos alejamientos es que ya no responden únicamente a los malos resultados, sino a enfrentamientos entre técnico y dirigidos en los cuales los entrenadores vieron como sus planteles se les paraban de manos en desacuerdo con sus premisas. Tal vez no sea una novedad el hecho de que los futbolistas comploten para la salida de un DT, pero es algo que aparece ahora con más claridad. Llop reconoció poco antes de irse de la Academia que su relación con los jugadores no era la mejor, de lo cual se desprende que si esa fue la declaración pública es porque el vínculo era pésimo. Santoro dejó en el estribo una frase contundente dirigida al plantel: “Fue una ballata desleal”. En tanto, si bien se especuló que la salida de Burruchaga seguía esta línea, el campeón del mundo en Mexico 86 desmintió cualquier diferencia con los jugadores (incluso aseguró que éstos le pidieron su continuidad) y afirmó que su renuncia fue producto de diferencias irreconciliables con el cuestionable Carlos Portell, presidente del Taladro desde hace 10 años.

Sin dudas se trata de una cuestión muy delicada, de un equilibrio difícil de encontrar. Se requiere de entrenadores firmes, que ejerzan la autoridad que su cargo demanda pero sin la tiranía de hacer oídos sordos a cuestión alguna. Para esto es necesario el completo respaldo de la directiva hacia la persona a la cual se eligió para dirigir el grupo. Con jugadores que aparecen no ya en la prensa deportiva, sino además en los programas de chimentos o en las revistas de la farándula del espectáculo y con intermediarios y representantes que los tientan con futuros irresistibles, el manejo de grupos se vuelve hoy una condición tan necesaria a la hora de elegir un técnico como las cuestiones específicamente conceptuales del juego.

En otro orden, mención especial merecen por lo hecho este fin de semana Huracán y Colón, conjuntos que con distintos argumentos, más tecnisistas aunque sin despreciar la táctica los porteños y más tactisistas pero sin relegar la técnica los santafesinos, imponen sus virtudes. El conjunto de Parque Patricios le dio un tremendo cachetazo a Lanús, puntero en soledad del campeonato, al derrotarlo 3 a 0 en una gran demostración futbolística, la cual eleva su cotización a partir de la jerarquía del rival. Señalado por haber organizado una pretemporada distinta de la que con fuertes cargas físicas se realiza habitualmente, Ángel Cappa ha logrado hasta aquí que su equipo juegue con un prolijo y fluido manejo de la pelota sin escatimar verticalismo. El ex ayudante de campo de Jorge Valdano eludió las dificultades institucionales que se sabe tiene el Globo y armó un buen equipo con destacados jugadores como Mario Bolatti, Facundo Pastore y Matías De Federico, pero sin futbolistas de gran cartel. Por su parte, el Sabalero mostró en su victoria ante San Lorenzo -en un partido que se desvirtuó por las expulsiones de tres jugadores del Ciclón-, también 3 a 0, algunas de las muy buenas variantes que tiene el equipo desde que lo tomó Antonio Mohamed: es el conjunto que mejor y más variantes de pelota parada maneja, ejerce una gran presión sobre los rivales al doblar marcas, muestra una buena lectura previa de las características del rival para actuar en consecuencia y tiene variantes tácticas dentro de un mismo partido para corregir sobre la marcha cuando las cosas no salen de acuerdo a lo planeado. Con sus virtudes y también sus defectos, Colón está a un punto de la cima y Huracán a dos.
(Foto: Goal.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

lunes, 16 de marzo de 2009

Made in Lanús

En 1992, luego de tres décadas con muchísimas tardes de sábado y muy pocas de domingo, de que su gente se repartiese entre el cariño al club de la zona y los goles de Boca, River, Independiente, Racing o San Lorenzo, Lanús era campeón del Nacional B y lograba, nuevamente, su pasaporte para ser parte del fútbol grande de la Argentina. Entonces, la ilusión pasaba por conseguir que la Primera División no fuera algo efímero, como en los últimos 30 años, en los cuales el club había logrado tres ascensos, pero apenas había disputado en la elite la misma cantidad de temporadas: subió en 1971, 1976 y 1990 y bajó en 1972, 1977 y 1991. (En medio sufrió la peor debacle de su historia, cuando en 1979 descendió a Primera C, tenía un mínimo puñado de socios, una deuda millonaria y el yugo de un juicio con la AFA). Si bien se trataba de una institución con historia, que bien podía golpearse el pecho al recordar dos maravillosos equipos, Los Globetrotters subcampeones de River en 1956 y Los Albañiles de 1964, el hecho de tener un masa societaria reducida, una situación económica inestable y un arcaico estadio íntegramente de tablones de madera hacían temer que la historia de los últimos fantasmales pasos en Primera se repitiera.

Pero a partir de esa debilidad, el Granate construyó uno de los mayores y más exitosos crecimientos de la historia de nuestro fútbol. Desde aquel ascenso a inicios de los 90 se consolidó en Primera con un proyecto futbolístico a largo plazo basado en un impecable trabajo en divisiones inferiores; hoy una de las mejores canteras del fútbol nacional. Incluso cuando las cosas no salían y el equipo estaba lejos de realizar buenas campañas, desde una conducción tan seria como convencida supieron detectar muy prontamente los errores cometidos para retomar la línea trazada.

Institucionalmente los pasos se sucedieron con una velocidad asombrosa: lograron hacer de un estadio vetusto uno moderno, con comodidades y un aforo muy importante; reformaron su sede, trasformándose en un orgullo para la ciudad; sumaron una gran cantidad de actividades amateurs y se convirtieron en un ejemplo desde sus iniciativas sociales, culturales y educativas. Recientemente inauguraron debajo de una de las tribunas del estadio una concentración de lujo para los chicos de las inferiores oriundos de distintos puntos del país.

Esa visión integral de lo que una institución deportiva cimentada estructuralmente en el fútbol profesional debía ser y el trabajo consecuente a esa premisa tuvo su merecido premio con la conquista de su primer y hasta ahora único título local en 2007. Antes, en 1996, había alzado la Copa Conmebol, un torneo internacional de tercer orden, pero que le sirvió al club para creer en que un logro grande, como el que posteriormente consiguió, era algo posible y no una quimera.

Si bien hacía años que la apuesta era por sus divisiones inferiores, tras las malas experiencias que implicaron las etapas de Néstor Gorosito y Carlos Ramacciotti como entrenadores, Lanús vio claramente que no sólo lo mejor que podía poner en cancha provenía de su semillero, sino que entendió que para maximizar los resultados era necesario que la conducción recayera también en alguien de las entrañas de la institución. Así, decidieron que Ramón Cabrero se haga cargo del primer equipo. Pese a que tenía casi 60 años y una corta y lejana experiencia como entrenador, conocía muy bien a muchos de los muy buenos talentos juveniles que pedían pista. El contrapunto generacional con el DT lo aportaba su ayudante de campo, Luis Zubeldía, quien asumía ese rol y el de entrenador de la Reserva con apenas 23 años, luego de un retiro prematuro producto de una osteocondritis que mató la carrera de un volante que prometía mucho desde Lanús y las selecciones juveniles (disputó los Mundiales Sub 17, en Egipto 1997, y Sub 20, en Nigeria 1999).

Cabrero se hizo cargo del equipo luego de la 13º fecha del Apertura 2005, tras la derrota 4 a 1 ante River que marcó la salida de Gorosito. Entonces, el objetivo principal era engrosar el promedio y escaparle a la Promoción, instancia que había disputado en 2002. Pese a las dificultades propias de un equipo que no venía bien, Ramonín obtuvo el 50 por ciento de los puntos en juego: 9 en seis fechas. Al siguiente torneo, tras realizar la pretemporada y sabiéndose técnico definitivo y no interino realizó una sensacional campaña al lograr un subcampeonato. Los dos torneos siguientes, en los que repitió la sexta posición, fueron la antesala de la gloria máxima: el título del Apertura 2007.

El Clausura 2008 fue muy malo. Incidieron el desgaste de la doble competencia al disputar la Copa Libertadores –certamen que jugaba por primera vez-y las lesiones para que el Granate termine 16º, apenas 3 puntos por sobre el último. La decisión de Cabrero fue alejarse de la dirección técnica para ocupar la coordinación general del fútbol y su apuesta y la de la CD fue dejar a Zubeldía, de apenas 27 años, al frente del equipo. Con tremenda madurez y muy interesantes conceptos futbolísticos, en su primer torneo como DT el equipo terminó cuarto, sólo por debajo de San Lorenzo, Tigre y Boca, los tres equipos que definieron el título en un triangular final. Con apenas dos puntos menos que los que llegaron mano a mano al final, había sido, para muchos, el equipo que mejor fútbol había desplegado en el torneo.

Trascurridas seis fechas del presente torneo, Lanús está solo en lo más alto de la tabla de posiciones con 15 puntos. Incluso podría tener puntaje ideal si ante Gimnasia, en La Plata, hubiese tenido un poco de fortuna y un arbitraje justo. De todas maneras, pase lo que pase el, próximo fin de semana no se bajará de la cima, ya que su escolta, Vélez, suma 12 unidades. El último sábado defendió la punta en la victoria 2 a 1 ante Colón con un equipo en el que fueron reservados varios titulares, en una demostración de la inagotable aparición de recursos de los que dispone. Jugadores como Sebastián Blanco, José Sand y Matías Fritzler estuvieron en el banco a la espera del próximo partido ante Everton, de Chile, un encuentro clave para las aspiraciones de continuar en la Libertadores. Porque Lanús es puntero mientras atiende tanto al frente doméstico como al internacional, aunque si resiste la tentación y deja de lado el certamen continental para concentrase en el Apertura será el principal candidato a adjudicárselo.

El proceso iniciado con Cabrero y continuado hoy con Zubeldía se sustenta en la solidez institucional y económica que le permite al club vender poco y muy bien y pagar los sueldos necesarios para que ninguno de sus futbolistas presione por irse. Esto pasa, además, por la identificación de los jugadores con el club. Y no sólo con los que provienen de las inferiores, para lo cual basta con mirar el caso de Sand. El correntino fue el goleador del último torneo y es uno de los mejores artilleros de la Argentina; sin embargo, pese a orillar los 30 años, no pide a gritos una transferencia, porque encontró en Lanús su lugar en el mundo: un club que hizo un gran esfuerzo por sumarlo a su plantel, que le paga lo que vale y donde la gente lo adora.

En todos estos años de crecimiento, Lanús no tuvo elecciones para elegir a sus autoridades. Esa circunstancias no fue porque se le puso trabas a quienes quisieran participar, sino que cuando el equipo descendió a la tercera categoría las agrupaciones políticas del club se dieron cuanta que en la unidad estaba el crecimiento y que éste se daría solamente con pautas inequívocas: buena y austera administración, claridad en las cuentas, apertura a los socios, trabajo a largo plazo en las divisiones inferiores y, más tarde, controlar las conductas de los representantes y mantener a raya a los intermediarios. Forjó así una identidad que evidencia una clara comunión entre todos y cada uno de quienes forman parte de la vida del club. Así, Lanús es hoy un ejemplo, un modelo y una fantástica realidad.
(Foto: Esfutbol.es)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

miércoles, 11 de marzo de 2009

Irritable por demás, Riquelme le dijo basta a la selección

Hace algunos días, Diego Maradona, técnico del seleccionado argentino, dijo en un programa televisivo que no le había visto un buen rendimiento a Juan Román Riquelme ante Huracán y que así no le servía para su equipo. Maradona vertió una opinión puramente futbolística sobre lo que pretendía de uno de sus jugadores. Muy lejos estuvo de hacerle una fuerte crítica, como pretendieron vender algunos medios. Puntualmente, el DT dijo: “A Riquelme lo quiero en los últimos 20 metros para que se comunique con Tévez, Agüero y Messi. Necesito que se pueda sacar un hombre de encima. Con Huracán, no sé si tenía un problema, pero no volvía. Eso en la selección cuesta mucho. Estás atrás o adelante, en el medio no me servís. Yo lo quiero de enganche, pero que tenga esa velocidad mental para ponerles pelotas de gol a los delanteros y que llegue él también. Si no, no me sirve Román. No quiero que me dé vueltas entre Mascherano y Gago. Él es utilizable si está bien físicamente, si no, está en otro nivel del resto de los jugadores, que están en el aire...".

Entonces, llegó la desmesurada réplica de JR con el anuncio de su renuncia a ser parte del conjunto nacional. “No manejo los mismos códigos que el técnico y el técnico no maneja los mismos códigos que yo. Me enteré de que no iba al partido contra Francia cuando escuché a Bilardo por la radio y me enteré por la tele de la posición en la que el técnico me quiere”, disparó.

Esa respuesta del Nº 10 xeneixe encuentra lados flacos por todos los costados. En primer término, el tema de los códigos aludió, seguramente, a que Maradona dio públicamente una opinión que no lo favorecía. Si embrago, él hizo su descargo desde su casa con un móvil en vivo del noticiero más visto del país y ante un periodista que, sentado a su lado, más bien parecía su jefe de prensa. En la misma pantalla y ante los mismos interlocutores, fue una remake de su primera renuncia, allá por septiembre de 2006. En tanto, no parece real que se haya enterado por la radio que no viajaría a Francia, ya que debía saberlo desde el momento en que Torneos y Competencias, empresa que arma el cronograma de cada fecha del fútbol argentino, determinó que Boca jugase en Jujuy un domingo a las 19:40. Por último, fue el propio jugador el que, también públicamente, reconoció haber hablado varias veces con Maradona después de que lo nombraran entrenador de la selección, con lo cual no suena factible que se haya enterado de lo que pretendía de él recién con las declaraciones que lo ofuscaron.

Desde siempre, Maradona lo elogió cada vez que tuvo un micrófono o grabador delante. Lo marcó como un jugador distinto, como uno de los mejores del mundo. Lo protegió con todo el peso de su figura al criticar a los técnicos con los que tuvo desacuerdos, como Marcelo Bielsa y Manuel Pellegrini. Ya con la responsabilidad de ser el conductor de la selección reiteró su reconocimiento al asegurar que formaría parte de su equipo y que le tenía reservada la emblemática camiseta número 10. Siempre le tiró flores. Sin embargo, una vez que expresó una opinión distinta (que no está jugando bien, algo que es evidente), sin llegar a ser una crítica, porque hasta aseguró que de todas maneras iba a formar parte de la convocatoria para enfrentar a Venezuela y Bolivia por las eliminatorias, Román pega el portazo. Tan desproporcionada resulta la determinación que lo dejan como una persona desagradecida, caprichosa y soberbia.

Esto ocurre porque no concibe puntos intermedios. O es estrella con privilegios o nada, no va con él ser uno más. Después del divismo que le concedieron José Pekerman y, aún más, Alfio Basile, no recibió bien que Maradona declarase que su selección era “Mascherano y diez más” y tampoco soportó nunca el estrellato de Lionel Messi. El ego de Riquelme es evidentemente un problema, ya que no admite el más mínimo señalamiento a su juego, ni tolera tener cerca a alguien que lo pueda eclipsar. Esto lo hace un elemento de discordia. Ha tenido conflictivas salidas de todos los conjuntos que formó: se fue mal de Boca, del Barcelona, del Villarreal y de la selección, antes y ahora.

La mayor parte del plantel de Boca no lo quiere. Sus compañeros no ven con buenos ojos las licencias de las que goza a la hora de los entrenamientos y también genera malestar el hecho de verlo con los brazos en jarra y estacionado en un sector de la cancha cuando las cosas no le salen bien al equipo. El enfrentamiento quedó de manifiesto en el cruce mediático que protagonizó con Julio César Cáceres, cuando ninguno, salvo Hugo Ibarra, salió a romper lanzar por él. Es más, se pusieron claramente del lado del paraguayo y habían decido hacer pública esa postura si el zaguero era sancionado por la Comisión Directiva. De todas maneras, goza de un poder mayúsculo en el club, entre los dirigentes y el técnico, y por eso varias veces se ha excluido o puesto en el equipo públicamente, algo que también hizo cuando se colocó en el equipo olímpico que se quedó con el oro en Beijing.

Ocurre que en Boca le alcanzan 10 ó 15 minutos por partido para hacer lo suficiente para que su equipo se quede con los tres puntos y reforzar la idolatría entre el público de la Bombonera. Pero esas pocas pinceladas que son suficientes en el fútbol local, no alcanzan a nivel de selección. Técnicamente Riquelme detenta un gran virtuosismo, una pegada excelsa, enorma capacidad para tener la pelota aguatándola de espalda a los rivales y una mira finamente calibrada para poner habilitaciones entre líneas. Pero todo eso lo brinda a cuenta gotas y en la selección no alcanza con un tiro libre o un par de pases precisos y que el resto sea un manejo intrascendente de la pelota, lateralizando por demás y frenando al equipo. Nunca fue Riquelme un jugador con la condición atlética necesaria para el fútbol de más alto nivel internacional. Su actuación en el Mundial de Alemania no fue buena y con 31 años es muy aventurado creer que podría estar en la próxima Copa del Mundo en las condiciones acordes a tamaña cita.

La selección se fortalece sin Riquelme, porque la mayoría de sus compañeros, al igual que en Boca, no lo quieren. Mucho más problemático hubiera sido perder a Messi, Mascherano o Gago, que son más importantes para el funcionamiento del equipo. Se afianzará el grupo y tomarán como una motivación extra el hecho de demostrar que Riquelme no es imprescindible para que el equipo nacional vuelva a estar en la primera consideración mundial, camino que ha comenzado a recorrer desde que Maradona se puso al frente.
(Foto: Larazon.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

lunes, 9 de marzo de 2009

Un negocio seguro

Por estos días, la inseguridad producto de la delincuencia callejera en los centros urbanos argentinos pasó a ocupar un lugar preponderante en los medios nacionales. Los estadios de fútbol y sus adyacencias, tristemente, supieron condensar ese contexto en el cual impera la violencia. Sin embargo, la seguridad de los encuentros se transformó en un negocio y no en una garantía para aquellos que quieren ir a la cancha sin tener que vivir una peligrosa travesía.

El nuevo proyecto que promete, una vez más, erradicar las barras bravas del fútbol es un padrón de hinchas. Pergeñado por AFA, diseñado por la Universidad Tecnológica Nacional y aplicado por Telecom, el costo de esta iniciativa será de 60 millones de dólares. Obviamente, esa enorme cifra correrá por cuenta de los espectadores, que verán incrementarse el costo de las populares en $7,80. De esta manera, las entradas habrán aumentado un 170 por ciento en menos de 18 meses (de $14 a $37,80; actualmente cuestan $30). Si al valor de la entrada se le suma apenas una botellita de agua mineral en un kiosco y el dinero para llegar hasta la cancha en el dinamitado transporte público la suma se acercará a los $50. Un valor más que elevado para un trabajador argentino y una estafa si se tiene en cuenta no ya la falta de comodidades, sino el gran número de incomodidades y trastornos que implica ser habitante de la popular. Un par de partidos por mes equivalen, entonces, a pagar el cable y los codificados para poder ver los diez partidos de la fecha en la tranquilidad hogareña. Nada es casualidad.

Esta iniciativa, todavía en etapa de desarrollo, determina que todos aquellos que deseen seguir a su equipo deban empadronarse dando distintos datos personales, con la vulnerabilidad de la privacidad que esto implica. Con este sistema, aquella persona que no es habitual concurrente a los estadios pero que un fin de semana sí quiera hacerlo, se verá imposibilitado sino está empadronado. Y lo mismo correrá para los argentinos que residan en el exterior y de visita en el país quieran ir a la cancha y para los turistas extranjeros que deseen conocer la Bombonera o el Monumental.

Todo esto y más fue dado a conocer por Víctor Hugo Morales y su equipo de la tira deportiva Competencia, por radio Continental, y por el periodista Gustavo Veiga en una nota publicada en el diario Pagina 12 titulada “Seguridad que pagarán los hinchas”. Sabida la lucha del excelso relator uruguayo contra los negocios más grandes del fútbol, es de destacar fuertemente la posición de Veiga por ser empleado de un diario muy oficialista, cuando el tema de la violencia en el fútbol toca de cerca de un pesado hombre del Gobierno nacional, como Aníbal Fernández, ministro de Justicia y Seguridad.

Aseverar que la mayoría de la gente que concurre a las chancas argentinas se comporta mal al incurrir en las conductas violentas que, sin dudas, constituyen insultar o escupir, no parece temerario. Sin embargo, aquellos que encuentran en los alrededores de los estadios y en las tribunas espacio para delinquir y que están dispuestos a tomar un objeto contundente, un cuchillo o un arma de fuego para agredir o hasta quitar la vida a otra persona son, está claro, una minoría. Políticos, dirigentes y Policía –que en diversas circunstancias y de modos distintos utilizan esa mano de obra- han reconocido en varias oportunidades que se trata de grupos reducidos si se los compara con la cantidad de gente que concurre al fútbol, lo que implica un reconocimiento de su mal desempeño al no poder controlarlos y castigarlos.

La agotada promesa de hacer de los estadios un lugar donde pueda disfrutarse tranquilamente de un evento deportivo tiene así un nuevo capítulo. Los hinchas que no reciben entradas de favor ni tratos especiales, pondrán 60 millones de dólares en las manos de quienes han mostrado, si se es bien pensado, una reiterada inoperancia. Porque se sabe que el problema no es la implementación de un nuevo sistema de seguridad que corra a los violentos, sino la inacción de políticos, hombres de la Justicia, policías y directivos de los clubes que lejos de combatirlos muchas veces, directamente, parecerían apañarlos.
(Foto: Clarin.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

lunes, 2 de marzo de 2009

Fabbiani, la síntesis del fútbol argentino

Los medios que venden el show futbolístico, que poco se ocupan del análisis del juego y muy rara vez hacen foco en las delictuales conductas de una actividad de cifras pesadísimas, encontraron su fetiche en Cristian Fabbiani. Lo exprimirán, magnificándolo al extremo, hasta encontrar un nuevo elemento para vender. Las circunstancias entorno al jugador surgido de Lanús evidencian las bajezas del periodismo deportivo dominante y su influencia en los hinchas, así como el nivel de juego del fútbol argentino en general y de River en particular.

A comienzos del año, cuando los equipos comenzaban sus pretemporadas, la atención mediática recayó en la negativa de Fabbiani de reincorporarse a Newell´s por un dinero que el club le adeudaba. A esa altura, ya se sabía del interés de River por contar con él. Le reclamaba a la flamante Comisión Directiva rojinegra la importante suma que nunca le había exigido al oscuro Eduardo López. Las nuevas autoridades leprosas lograron reunir el dinero y depositarlo, pero Fabbiani de todas maneras se negó a volver a Rosario, influenciado por empresarios y dirigentes riverplatenses que le aseguraban su arribo a Núñez. Hasta Néstor Gorosito, DT de la Banda, pedía públicamente su llegada y anunciaba, en una exageradísima comparación, que podía transformarse en el Guillermo Barros Schelotto de River. En un mercado de pases con muy poca actividad, el Ogro fue suficiente para crear una novela de verano.

La prensa más consumida se regocijaba con su invento, con las declaraciones de Fabiani sobre su amor por River y su negativa a vestir cualquier otra camiseta. Nunca se preocuparon por referirse al pésimo manejo del jugador al huir de Newell´s. Tampoco se detuvieron en el desplante que le hizo a la gente de Vélez, cuando luego de arreglar de palabra su incorporación con Christian Bassedas, manager del conjunto de Liniers, los dejó plantados para la presentación oficial y firma de contrato.

Todo River esperaba como un mesías salvador a un delantero que en el último torneo marcó 5 goles y que antes había jugado en Lanús (club que lo dejó ir sin complejos dos veces), Palestino, de Chile; Beitar Jerusalem, de Israel, y CFR Cluj, de Rumania. Antes de vestirse de rojo y balanco sus apariciones eran más en la prensa del corazón que en la deportiva.

Los hinchas de River pisotearon su historia al darle status de ídolo a Fabbiani incluso antes de pisar el Monumental. Se trató de una muestra de la capacidad de los periodistas para imponer temas y posiciones. El mismísimo Enzo Francescoli, instalado para siempre en el Olimpo del club, fue inicialmente resistido. Sin embargo, el hombre de Ciudad Evita no valoró esa tremenda ventaja de ser recibido con alfombra roja al presentar una forma física inaceptable para un profesional y al hacer los días cortos y las noches largas. Esto último fue avalado por Gorosito que preguntó retóricamente cuándo iba a ir Esperando (edén de la noche porteña, muy frecuentado por varios futbolistas) sino ahora, siendo joven. La respuesta es tan clara como breve: nunca. La diversión de madrugada es incompatible con la vida de que debe llevar un futbolista de alto rendimiento. Desempeñarse en uno de los equipos más grandes de la Argentina, es decir ganar muchísimo dinero por ocupar un lugar de privilegio en la profesión elegida, implica dejar de lado ciertas cosas. No está mal que un futbolista salga de noche esporádicamente, pero sí es un problema que sea un asiduo concurrente de la movida nocturna.

Que Fabbiani haya marcado diferencias con su muy mal estado físico pone de manifiesto un bajo nivel futbolístico. Sin dudas no se puede desestimar el componente psicológico, que hizo que los rivales tambaleen ante la presión de hacerle frente al fetiche mediático. Fue fundamental en los triunfos ante Central, al marcar el gol de la victoria, y ante Banfield, con una asistencia a Falcao para liquidar un partido abierto. Su influencia había comenzado antes del partido en Arroyito, en el agónico triunfo por la Copa Libertadores ante Nacional, de Paraguay, en su debut oficial: bajó la pelota en el área (con la mano) y remató cruzado para que tras el rebote del arquero convirtiera Buonanotte (en posición adelantada).

Cristian Fabbiani es un buen delantero, técnicamente tiene la capacidad para participar del circuito de juego y sabe aguatar la pelota para jugar de espaldas al arco rival. Pero eso no implica que sea un gran atacante, destinado a vestir camisetas pesadas. Si River no estuviera en uno de los peores momentos de sus historia jamás se hubiese detenido en él.

El último fin de semana Gorosito volvió a darle media hora en cancha. Esta vez no tu incidencia favorable en su equipo y nada pudo hacer en la paliza que River recibió por parte de San Lorenzo, 5 a 1 en el Nuevo Gasómetro. Tal vez al ex Lanús y Newell´s le sobrevenga una serie de partidos sin goles ni intervenciones decisivas, entonces esa misma prensa que lo elevó le apuntará y se preguntará qué le pasa a Fabbiani, señalará su mal presente y cuestionará si era la contratación que River necesitaba.
(Foto: Nosolodeportes.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com