miércoles, 30 de enero de 2008

Selecciones juveniles sin especializados

Con el alejamiento de Hugo Tocalli del seleccionado Sub 20, luego de la conquista de la Copa del Mundo lograda en Canadá, se puso fin a una era repleta de logros. El éxito de esos años, con con el trabajo ideado y liderado por Néstor Pekerman, fue fructífero no sólo por la obtención de títulos mundiales, sino también por la promoción de jugadores a las ligas más importantes de Europa y para nutrir al representativo mayor, aunque esto no haya posibilitado el éxito.

La Asociación del Fútbol Argentino determinó, recientemente, que Sergio Batista se haga cargo de la selección para menores de 20 años y también conduzca al equipo que, con jugadores nacidos antes del 1 de enero de 1985 y tres por fuera de esa restricción, participará de los Juegos Olímpicos en Beijín. En tanto, José Luis Brown se hará cargo de la Sub 17 y Héctor Enrique de la Sub 15.

Por haber sido puntales de una de las dos selecciones argentinas campeonas del mundo, Batista, Brown y Enrique merecen un lugar en la historia del fútbol argentino y también en su actualidad. Pero no parece lo más propicio que el lugar que ocupen en el presente sea el de entrenadores de los combinados juveniles. En sus cortas carreras como técnicos no se encuentran los méritos suficientes como para que hoy conduzcan el fútbol para menores a nivel nacional.

De todos modos, el inconveniente mayor radica en que ninguno de los tres campeones mundiales en México 86 se abocó en sus carreras como entrenadores al trabajo con chicos que aspirasen a llegar al fútbol grande. Sus designaciones parecen ser más una negociación producto de un acuerdo tácito entre Julio Grondona y Carlos Bilardo para que el mandamás no tenga que lidiar con las aspiraciones del Narigón de ocupar su lugar en la conducción del fútbol nacional.

Una maestra de escuela primaria seguramente no aspire a ser docente universitaria, porque entiende la importancia de su tarea, distinta a la de los profesores en los claustros académicos, pero de ninguna manera menor. Esta lógica no opera en el fútbol argentino. En la mayoría de los clubes los técnicos de divisiones menores, en general, ocupan esos lugares con la ilusión de poder llegar algún día a dirigir planteles profesionales. Entonces se trata de inferiores para futbolistas y también para técnicos.

Lanús, Argentinos, Newell´s, Banfield, Estudiantes, y Central son, seguramente, los clubes que mejor trabajan en las divisiones juveniles. Son estos los que en los últimos años han sacado mayor cantidad de futbolistas de calidad, por lo que lo más propicio era ir a buscar a esos clubes a los entrenadores que en esas instituciones se han especializado en la detección y formación de juveniles.
(Foto: Espndeportes.espn.go.com)

Patricio Insuapatinsua@gmail.com

miércoles, 23 de enero de 2008

El crack que derrumbó prejuicios

El origen humilde, la crianza en una barriada además de pobre con fama de refugio de delincuentes, la mala dicción, el gusto por la cumbia y la forma introvertida mostrada en cada entrevista alimentaban los malos prejuicios de una sociedad aficionada a imaginar la caída incluso antes del despegue. Pero Carlos Alberto Tévez se encargó, con sus extraordinarias actuaciones -apoyadas en goles y una entrega que jamás retacea nada-, de callar esas odiosas voces que le auguraban un breve paso por Inglaterra y no los casi dos años de permanente evolución que ya lleva una de las ligas más fuertes de Europa.

Una gran mayoría de futbolistas crecidos en una niñez dominada por las privaciones parecería suspender en el ámbito de la pelota la división clasista que opera en el país. Así, las divisiones inferiores de los clubes igualan a los pibes que se destacan en el pedregullo y a los que despuntan los fines de semana en los torneos intercolegiales de institutos educativos privados. Sin embargo, la apertura masiva de las ligas europeas, importadoras de talentos criollos a sus coquetos certámenes, le dio un nuevo argumento a la neo inteligenzia. Entonces, el prejuicio se instaló en si esos jóvenes, crecidos en el borde de la marginalidad o dentro de ella, pueden adaptarse a la culta y respetuosa Europa. “¿Cuánto puede durar Tévez viviendo en Inglaterra?”, se preguntaban muchas voces con pretensiones de alta alcurnia. Por supuesto que tal jactancia nunca se extiende a los profesionales hijos de la clase media acomodada que, generalmente, no llegan a quedarse en el Viejo Mundo una década.

Nunca es fácil llegar a un equipo de superestrellas. Suele ser complejo para el recién llegado ganarse un lugar entre jugadores de jerarquía mundial. Esos vestuarios, que combinan millones de euros, egos y vanidades, no suelen ser lugares distendidos. Pero con trabajo y sin quejas ni problemas, Tevez logró, por su calidad y enjundia, ganarse su sitio en el poderosísimo Manchester United. Poco tardaron Giggs, Cristiano Ronaldo y Rooney –con quien claramente ya estableció una sociedad futbolística-, las figuras más destacadas del conjunto dirigido por Sir Alex Ferguson, en reconocer la valía del ex Boca, Corinthians y West Ham para otorgarle un lugar protagónico en el ataque de los Red Devils.

No todo fue placentero desde su explosión en el fútbol profesional y debió atravesar situaciones difíciles. Fue rehén de Boca cuando el club entonces presidido por Mauricio Macri lo colocó en una situación por demás incómoda cuando fue citado para el Mundial Sub 20 disputado en Arabia Saudita (figuró en la lista definitiva con la casaca número 10 pese a que no acudió a la competencia). En Corinthians fue ídolo, capitán y goleador del Brasileirao obtenido por el Timao en 2005, pero no lo recibieron en Brasil con los brazos abiertos y tuvo una tormentosa salida tras su regreso del Mundial de Alemania. Y la más difícil de todas, fue –y tal vez lo siga siendo- su vínculo con el MSI de Kia Joorabchian.

Seguramente no tome el té a la cinco de la tarde y siga con el mate todo el día. Seguramente no escuche a los Beatles, los Rolling Stones, Queen o The Police y le dé volumen a la cumbia. Seguramente no encuentre familiaridad entre los punks de Piccadilly Circus y los milongueros de San Telmo. Pero ahí está el hombre. Firme. Para hacer delirar a quienes llenan Old Trafford y para ser objeto de atención permanente en el resto de los estadios ingleses. Ahí está Carlos Tévez. Siempre desequilibrante, siempre corajudo, siempre vinculado al gol. Ahí está Carlos Tévez, el hombre que se impuso y derribó todos los prejuicios.
(Foto: Infobae.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

miércoles, 16 de enero de 2008

Sí, Ramón

Su llegada dio inmediato rédito: la obtención del torneo Clausura 2007. El magnetismo que había generado su arribo como DT, incluso hasta llegar a dejar a un costado el propio nombre -grande y pesado- de San Lorenzo, hicieron de Ramón Ángel Díaz un hombre de culto en el Nuevo Gasómetro desde el vamos. Hinchas y dirigentes se enamoraron del riojano y el “Sí, Ramón” está a la orden del día. Así, el entrenador logró que la Comisión Directiva comandada por Rafael Savino se esforzarse en cumplir con la mayoría de sus pedidos y que los seguidores del equipo le perdonen el maltrato a Sebastián Saja, quien fuera ídolo para la parcialidad azulgrana.

Se trata, por carisma y capacidad, de uno de los técnicos más capaces que trabaja en Argentina. Casi 5 años sin dirigir no lo privaron de sus cualidades como gran motivador, sesudo estratega, hábil lector de partidos y perspicaz detector de las buenas cualidades que esconde un jugador antes de que estalle a los ojos del gran público y la prensa especializada. Tampoco, es cierto, el tiempo fuera del ciercuito mermó sus muy altas pretenciones económicas. Como conductor si bien rápidamente puede señalarse a varios jugadores que tuvieron con él una relación conflictiva, como Leonardo Astrada o Martín Cardetti, lo cual no es un dato menor, la lista de los futbolistas que lo elogian es claramente mayor. En este sentido, Diego Placente, reciente incorporación de San Lorenzo, aseguró que volvió al fútbol argentino por Ramón, Andrés D`alessandro contó que le encantaría llegar hasta el Bajo Flores para ponerse a sus órdenes y Marcelo Gallardo analiza dejar el fútbol galo para sumarse al Ciclón.

El “Sí, Ramón” que hoy domina la actualidad de San Lorenzo hizo que la dirigencia realizase un tremendo esfuerzo económico para retenerlo en el club y alejar la tentación que para Díaz siempre significa River. Le permitió, además, incorporar como futbolistas profesionales (y por lo tanto percibiendo un sueldo) a sus hijos -quienes venían de un paso inadvertido por las categorías de ascenso- con los problemas que esto podía suscitar en la intimidad del vestuario; también se esforzó por cumplir con los pedidos de retener o traer jugadores y le concedió, hace poco, no estar presente en el primer encuentro de la pretemporada.

Por su parte, los hinchas no le cuestionan el destrato a Saja desde su regreso de Brasil. Apenas asumió como entrenador de San Lorenzo, Ramón Díaz tomó la decisión de separarlo del plantel y darle toda la confianza a Orión, quien, motivado, le respondió muy bien y estuvo siempre a la altura de las circunstancias. Cuando, recientemente, el oriundo de Brandsen volvió de Porto Alegre, del Gremio, el Pelado lo ninguneó y ni siquiera le dio la posibilidad de quedarse a pelear un lugar o a ser suplente de Orión. Saja fue ídolo, y la parcialidad azulgrana no le insinuó a Ramón que ese cariño implicaba respeto hacia el ex capitán del equipo.

El campeonato obtenido y el gran desafío de levantar por primera vez la Copa Libertadores, obsesión de San Lorenzo incrementada en su centenario, hacen que ningún cuestionamiento aparezca alrededor de la figura de Ramón Díaz. El “Sí, Ramón”, hasta ahora ha sido provechoso para la institución, pero habrá un momento en el cual el idilio entre San Lorenzo y Díaz desaparezca. Será, entonces, el momento en el que las facturas impagas reclamarán no haber sido canceladas a tiempo, será el momento en el cual la directiva sanlorencista y el propio entrenador riojano descubran lo que hoy esconden bajo la alfombra.
(Foto: Pagina12.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

miércoles, 9 de enero de 2008

El ocaso del periodismo de fútbol

En las postrimerías de la primera década del siglo XXI se impone una realidad massmediática: vivimos, independientemente de nuestra voluntad, inmersos en una sociedad mediatizada. De este modo, lo que no aparece en los medios simplemente no es, no tiene entidad por no estar contemplado en la única realidad existente, que es la que imponen los medios. En una paráfrasis del pensamiento del filósofo francés René Descartes, el semiólogo italiano Umberto Eco dijo “salgo en los medios, luego existo”.

En este contexto, el fútbol se ha convertido en una de las mercancías más apetecidas por las empresas periodísticas. En 1985 comenzó a tomar forma en Argentina el monopolio mediático que, en un estrechísimo vínculo con la AFA, se adueñó del fútbol. La creación de este emporio le dio mucho más lugar al deporte en la agenda mediática y multiplicó las posiciones laborales para los trabajadores de prensa. Sin embrago, las consecuencias para el periodismo deportivo fueron –y lo son hoy más que nunca- demoledoras.

Los periodistas contratados por este poderosísimo multimedio, muchos de ellos hombres de sobrada capacidad y trayectoria, comenzaron a dedicar sus principales esfuerzos a justificar, o al menos encubrir, los peores negocios del fútbol: los derechos televisivos otorgados sin licitación (por muchos años y a un precio por demás bajo), las maniobras de los mercaderes de futbolistas, las andanzas de los dirigentes y tantas otras tropelías. Por detrás de los más capacitados se reclutó a un gran número de jóvenes de una limitada capacidad de expresión, una muy carente capacidad de análisis y una nula crítica a todo lo que rozase hasta de lejos al poder del fútbol. Todos, los nuevos y los viejos, banalizaron la noticia deportiva para el avance del show, en el cual la forma, la comicidad, la verborragia y el color -como distintas maneras de ocultar los males de fondo- le ganaron por goleada al contenido y a la esencia periodística de destapar las ollas en las que se cocina la peor basura para luego alimentar a las audiencias indefensas. Dicen que para muestra vale un botón: las suculentas conferencias de prensa de Marcelo Bielsa en sus tiempos como entrenador de la selección nacional dejaron en evidencia la falta de formación, la escasa intelectualidad y la defensa del negocio no sólo de la mayoría de quienes asistían a dichas ruedas de prensa, sino de los que señalaban acusadores desde diarios, radios o canales de televisión por cable.

Se generó el anticuerpo a ese establishment, pero de ningún modo ha llegado a implicar un contrapeso. No hay equivalencias. Muchos desde la ética y moral que hoy, desgraciadamente, es un rara avis en el periodismo y otros tantos desde la miseria de disparar contra la poderosa maquinaria sólo por la bronca de no formar parte de ella alzan su voz hasta la afonía contra los continuos atropellos. Clubes destrozados los obligaron a hablar de economía y jurisprudencia, la violencia en las cancha de operativos policiales y el binomio AFA-TyC de entuertos políticos y avances monopólicos. La denuncia pública les costó a algunos ser corridos de un plumazo y generó un enfrentamiento, a veces con tiros por elevación y otras con ataques directos, entre los que defienden el negocio y los que, en notoria inferioridad, luchan contra ese orden establecido.

Riquísimo en historia, complejo desde la agudeza estratégica en la que evolucionó todo el deporte de alto rendimiento, muy poco lugar queda para el análisis del juego, para encontrar respuestas en las tácticas colectivas o los arrestos individuales de la suerte de un equipo, del planteo de un partido, de las variantes en un mismo encuentro y de todo lo que se desprende de un deporte que por tan atractivo se convirtió en el más popular del globo.

En otros tiempos, el periodismo deportivo abocado al fútbol fue escuela de grandes hombres de prensa, como Néstor Ibarra y Nelson Castro. Se trataba, otrora, de periodistas preparados que se especializaban en narrar competencias y proponían sesudos análisis previos y posteriores. Dante Panzeri, Borocotó, Enzo Ardigó, Fioravanti, Osvaldo Ardizzone, Bernardino Veiga y Juan José Lujambio fueron algunos de los maestros que predicaron desde la palabra y la conducta. Hoy el periodismo de fútbol muy lejos quedó del valioso legado que se dejó desde el éter y las Remington de antaño. Aquellos sabios de micrófonos y redacciones en blanco y negro dejaron para la posteridad una impronta que, se ve, hoy pasó a cuarteles de invierno para guardarse allí en los baúles del olvido. Los tiempos cambian, y al parecer los principios también.
(Foto: Todopararecordar.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 1 de enero de 2008

Cambio para menos

El dato frío, la noticia en sí, despoblada de análisis, dice que Carlos Ischia llega a Boca para reemplazar como entrenador a Miguel Ángel Russo. Es decir, desembarca un técnico que no pudo terminar el Apertura en su cargo en uno de los equipos de peor rendimiento del torneo, como lo fue Rosario Central (al menos desde los puntos, ya que terminó último), y se va uno que fue campeón de la última edición de la Copa Libertadores. El cambio, entonces, no parecería ser el más conveniente para la institución de La Ribera.

Pero al intentar analizar el hecho tampoco se encuentra luz con facilidad. Es difícil saber qué fue lo que pensaron los dirigentes de Boca con este cambio de entrenador. Uno de los clubes más grandes de América desciende voluntariamente en la jerarquía de quien conduce su equipo. La salida de Russo evidentemente respondió a un enfrentamiento con miembros de la cúpula de la institución. Para lograr su salida la Comisión Directiva boquense elaboró una metáfora, mediante la excusa de obligarlo a prescindir de algunos de sus colaboradores, para invitarlo a no aceptar la propuesta de renovación. Entonces, la salida de Russo es llamativa por ser un técnico ganador y más aún porque para ocupar su lugar se recurre a un técnico que nunca sobresalió.

Surgió la idea de repatriar a Guillermo Barros Schelotto, pero con el ídolo como entrenador y no ya dentro de la cancha. El proyecto se frustró según se cree por la negativa de Juan Román Riquelme de tener a su ex compañero como entrenador. El objetivo fue entonces ir con todo por la vuelta de Carlos Bianchi. El DT multicampeón descartó el ofrecimiento, pero le recomendó a Pedro Pompillo, presidente de Boca, que el ofrecimiento que a él le hacían se trasladase a Carlos Ischia, quien fuera su ayudante de campo entre 1998 y 2001. Así llego Ischia, con el único mérito de haber trabajado con Bianchi.

En la conferencia de prensa en la cual se lo oficializaba en su nuevo cargo, el flamante DT no dudo en afirmar que su “único jefe” es Bianchi. Esa frase le da sustento a la especulación de quienes aventuran que estará al frente de Boca apenas por seis meses para preparara el terreno para el tercer desembarco del Virrey en la Bombonera.

Lo cierto es que Russo, quien se trasformó en el tercer técnico de Boca en obtener la Copa Libertadores, después de Juan Carlos Lorenzo y el propio Carlos Bianchi, fue desechado por la CD encabezada por Pompillo incluso antes de disputar el Mundial de Clubes en Japón. En su lugar, contrataron a un técnico que ha tenido un recorrido por demás discreto y que su mayor mérito fue haber sido ayudante de campo de Bianchi; por eso lo eligió la dirigencia xeneixe, aunque se trate de un cambio que claramente disminuye en la calidad de la conducción del plantel profesional.
(Foto: Lanacion.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com