martes, 19 de septiembre de 2006

La violencia de todos

Funcionarios de la administración pública y dirigentes de los clubes, deslindando responsabilidades que por sus cargos les competen, aseguran que la violencia en los estadios es un problema social y no del fútbol. Si bien yerran de cuajo al decir que están atados de pies y manos a la hora de buscar soluciones, su diagnóstico de la violencia como algo inserto en la sociedad toda es absolutamente real.

Lo sucedido en la cancha de Colón muestra otra parte de la violencia, no la que suele asociarse a los estadios de fútbol. Se trata de la transformación del “hombre común”. Muy probablemente el plateísta que agredió al juez de línea es una persona que protesta contra las injusticias y las miserias que padece nuestra sociedad. Sin embargo, en la cancha actuó de forma violenta, porque de unos años a esta parte la cancha parece haber legitimado esto. “¿Dónde te pensás que estas, en la cancha?”, suele ser el reto de una madre ante un insulto de su hijo. Así se le prohíbe algo, pero también se lo autoriza a otra conducta: a insultar en la cancha. Lo autorizan también los jugadores: “la gente paga y tiene derecho a insultar”. Bajo esa lógica, ¿pagar en un restaurante da derecho a insultar a los mozos?.

En una cancha los delincuentes, los que financian su día a día a punta de pistola, son minoría. Pero la mayor parte del resto de la gente que llena un estadio saca ahí lo peor de sí; entonces insulta, escupe, canta barbaridades o le arroja con odio un encendedor a un juez de línea. El plateísta de Colón debe ser sancionado, pero no usado como chivo expiatorio; su proceder no merece la cárcel, pero sí medidas vinculadas a la realización de jornadas de trabajo comunitario y la prohibición de concurrir a eventos deportivos por un tiempo prudencial. Por su parte, los hombres que por su posición tienen las herramientas para modificar esta realidad deberán poderse a trabajar con la sapiencia y la honestidad que los lugares que ocupan requieren.

Disputado apenas un poco más de la tercera parte del campeonato, tres cotejos debieron suspenderse. Primero fue el que debían disputar Godoy Cruz y Arsenal, con los barras mendocinos como protagonistas. Luego tuvo lugar en La Plata la bochornosa actitud de Juan José Muñoz en el choque de Gimnasia con Boca. En tanto, el pasado fin de semana un alterado hincha sabalero arruinó el encuentro entre Colón y Vélez. Esto sin contar los incidentes en las divisionales de ascenso y los partidos que no se suspendieron para evitar que la pelota deje de rodar, paralizando así un negocio millonario.

Vivimos en una sociedad violenta y lo peor de ese modo de ser se condensa en la cancha. Cuando eso es funcional, es decir se suma, a los que los hacen de la violencia un negocio y a los que roban y extorsionan de lunes a viernes para el fin de semana ocupar el mejor lugar de la popular, el resultado es el que tenemos ahora.
(Foto: Lancion.com.ar)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

jueves, 14 de septiembre de 2006

El adiós de Riquelme

A los 28 años, quien como nadie despertó elogios inconmensurables y críticas severas,o anunció que ya no vestirá la camiseta de la selección. Juan Román Riquelme cosechó en el pueblo futbolero defensores incondicionales y detractores furiosos. En un país amante de las polarizaciones, de ubicarse en los extremos, se escucharon exageraciones de todo tipo, desde que es el mejor del mundo hasta que no puede jugar más. Desde ambos lados le hicieron mal. Los aduladores por señalarle que su juego era perfecto y por lo tanto nada debía cambiar. Los críticos de su fútbol por no reconocerle mayores virtudes a quien sí las demostró.

Hizo este anuncio apenas 10 días después de haber sido el capitán de seleccionado argentino en la derrota ante Brasil en Londres por 3 a 0, en el cotejo que dio inicio al segundo ciclo de Alfio Basile como entrenador de la selección argentina. No tuvo una buena actuación y todo lo que de él se dijo tras ese encuentro terminó por decidirlo a dar el paso que dio.

Riquelme decidió –al menos por el momento- no volver a jugar en la selección. El porqué de su renuncia no hace a la cuestión, más se si tiene en cuenta que adujo cuestiones personales y no deportivas. Existen diferentes tipos de renuncias. Algunas, como en este caso la de Riquelme, son dignas del elogio. Sin ser inducido a tomar esa determinación por ser la única posible, Riquelme abandona un lugar de privilegio, aún cuando muchos le piden a los gritos que se quede. Decidió hacerse a un lado del lugar que todos quisieran ocupar. A fin de cuentas, es decisión de cada uno abandonar un lugar donde no se está cómodo.

Debutó en la selección mayor siendo jugador de Boca y lo hizo justamente en la Bombonera. Fue el 16 de noviembre de 1997, ante Colombia y por la última fecha de las eliminatorias para el Mundial de Francia. Desde aquel encuentro hasta el último que disputó transcurrieron nueve años, pero sólo en dos tuvo continuidad. Fue durante la conducción de Néstor Pekerman, quien lo erigió en el centro indiscutido de su equipo. Entonces, como dueño del fútbol de la selección llegó al Mundial de Alemania y su floja actuación en la máxima cita elevó el volumen de las críticas contra su juego. Riquelme no dio lo que de él se esperaba; no rindió de acuerdo a lo que debe demostrar quien se eleva –o es elevado por el entrenador- a la altura del jugador más importante de una de las cuatro selecciones más poderosas del mundo.

Es lógico que Marcelo Bielsa no lo haya tenido en cuenta más que en un puñado de ocasiones, pues el jugador del Villarreal poco tenía que ver con su filosofía futbolística del DT. También es coherente que Pekerman lo haya elegido como máximo referente de su selección, por la apreciación del juego del multicampeón entrenador juvenil. Ninguno de los dos supo entender que Riquelme es una pieza de lujo, pero no el motor de la maquina. Bielsa debió entender que era alguien que jerarquizaba su elenco; Pekerman falló al otorgarle el protagónico absoluto. Lo cierto que es Riquelme deja la selección. Ni el mejor ni el peor, se pierde un valor importante, una excelente herramienta, pero de ninguna manera irremplazable.
(Foto: Ole.com.ar)

Patricio Insuapatinsua@gmail.com

martes, 12 de septiembre de 2006

Una nueva oportunidad

La suspensión del partido entre Gimnasia y Boca marcó un nuevo hecho vergonzoso en el fútbol argentino y, a su vez, una nueva oportunidad para la AFA. Si sanciona lo que ocurrió con la severidad que corresponde, marcará el punto de partida de una nueva y correcta forma de actuar; será el inicio de un nuevo modo de proceder. De lo contrario, se tratará de un nuevo mamarracho del máximo órgano rector de nuestro fútbol.

El solo hecho de que Juan José Muñoz, presidente de Gimnasia, haya ido en el entretiempo al vestuario del árbitro es un mal indicio. La molestia de la gente del Lobo radicaba en las amonestaciones a seis jugadores en los primeros –y en este caso únicos- 45 minutos y la expulsión de su técnico, Pedro Troglio. Seguramente no se sabrá qué se dijo ni cual fue el tono del intercambio entre el presidente del conjunto platense y Daniel Giménez, árbitro del encuentro, aunque lo que sí se sabe es que Muñoz estaba en un lugar donde no tenía nada que hacer.

La gravedad que Giménez le asignó a lo acontecido hizo que se suspendiera el partido y entonces los equipos no salieran al campo de juego para disputar el segundo tiempo. Las más de 35.000 personas que concurrieron al Estadio Ciudad de La Plata debieron irse luego de ser informadas tardíamente de la resolución que se había tomado. Más tarde y ante los medios, el titular de Gimnasia reconoció su error al admitir que su presencia en el vestuario del árbitro había sido inapropiada, pero negó cualquier amenaza. No sólo eso, sino dejó su lugar de victimario para colocarse como víctima al asegurar que fue maltratado y amenazado por uno de los jueces de línea. Los antecedes de Muñoz, con varios hechos escandalosos desde que llegó a la presidencia del Tripero, no lo ayudan.

Un punto es clave y hace particular a este suceso: no se trata de barrabravas –al menos en el sentido que se le suele asignar a este término-, sino del presidente mismo de la institución que oficiaba como dueña de casa. Será tarea de la AFA sancionar a Muñoz, inhabilitándolo para ocupar cargo alguno en Gimnasia, y al propio club, quitándole puntos. La gravedad de la cuestión así lo demanda.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com

martes, 5 de septiembre de 2006

Ásperos regresos

El amor por la camiseta es un valor supremo en el mundo del fútbol. Sin dudas, quienes más protegen este sentimiento son los hinchas. Entonces, los jugadores que a su buen juego suman el profesar cariño por los colores que defienden logran instantáneamente el enamoramiento de la tribuna. Pero lo que es motivo de idolatría cuando se trata del propio equipo se transforma en feroz insulto cuando ocurre en otro club.

Desde su regreso al fútbol argentino, Juan Sebastián Verón recibió de modo casi brutal el cariño durante tanto tiempo acumulado por la gente de Estudiantes de La Plata. En contrapartida, pese a ser un jugador de indiscutible categoría y una figura que jerarquiza la liga argentina, cada fin de semana la popular opuesta a la de los Pinchas invierte casi más tiempo en insultar a la Brujita que en alentar a su equipo. Con cuentas bancarias de varios ceros, optó por volver al club de su corazón antes que seguir en Europa, donde varios conjuntos le ofrecían ganancias muy superiores que las que percibe en la institución platense. El hincha, pese a saber como nadie de cuestiones de sentimientos, deja esto de lado; salvo, dicho está, que se trate de alguien de su equipo.

Podría buscarse el porqué a los insultos para Verón en lo que implicó su actuación en el Mundial asiático de 2002, donde fue señalado, después de Marcelo Bielsa, como responsable principal de lo que fue la mayor decepción de nuestro fútbol. Pero sin ese mismo peso encima, el mismo trato recibió en su regreso al país Cristian González, aunque en menor grado que el ex Sampdoria, Parma, Lazio, Manchester United, Chelsea e Inter. Lo propio conoció en su vuelta al pais Diego Simeone, cuando retornó para retirarse en Racing, el club al que alentaba en su edad escolar. En el caso del Cholo, en un muy mal momento del equipo, incluso parte de la propia hinchada académica lo hostigó; algo que con mayor dureza aún conoció Abel Balbo por parte del publico xeneixe cuando retornó al país para vestir la casaca de Boca.

El insulto más común para estos jugadores es "fracasado". Jugaron Mundiales, militaron en los clubes más importantes de las principales ligas y se aseguraron el porvenir económico de cuatro o cinco generaciones. Llegaron a la elite de lo que eligieron, pero el tipo común, que seguro no ocupa un lugar de privilegio en su tarea laboral, le grita "fracasado". Aunque, paradoja de las canchas argentinas, jugadores que tuvieron un mal rendimiento en las ligas europeas, como Martín Palermo o Ariel Ortega, no reciben el maltrato de quienes tuvieron del otro lado del Atlántico una tarea auspiciosa. Parecería un castigo al éxito, algo sobre lo que se han explayado varios hombres que se atrevieron a indagar sobre el ser argentino.
(Foto: Fotobaires.com)

Patricio Insua
patinsua@gmail.com